El hijo de la Pantoja

Opinión

El hijo de la Pantoja

Hay personas especialmente capacitadas para crear modelos exportables más allá de su entorno familiar. Últimamente ninguna tanto, por supuesto, como Isabel Pantoja. La tonadillera metida en pleitos ya nos había aportado el ejemplo carabina de su madre, que la protegía en hoteles y camerinos de las intenciones preconyugales de sus novios. La madre de la Pantoja fue, y de hecho sigue siendo, un motivo para chascarrillos, pero sobre todo un ejemplo a imitar por las protectoras a ultranza de la virginidad de sus hijas en edad de merecer. No la dejaba ni a son ni a sombra por teatros, tablados y saraos hasta que la mujer contrajo nupcias, enviudó, entró en rumores lésbicos y pudo volar sola por la corrupción municipal de Marbella.

Aquello fue a menos con el tiempo, claro, sin desaparecer del todo y como quien tuvo retuvo, ahora la herencia ha pasado a poder de su hijo, Paquirrín de buen apodo, que a falta de otros méritos, incluido el de su laboriosidad si hacemos caso de la opinión de Santiago Segura que la desconoce, ha asumido el título de Hijo de la Pantoja. La madre y el hijo han dejado a Isabel como el queso de un bocadillo, con función social pero sin ocupación real de tutela familiar. La madre de la Pantoja es un ejemplo para la fiscalización ajena y el hijo de la Pantoja un ejemplo de joven de aspecto patán pero instintos saludables de vividor sin oficio conocido pero beneficio derivado de su condición familiar. No sé cuánto dinero heredará el joven pero a falta de otros méritos profesionales, la cosa no está mal.

De momento parece que le da para ir viviendo del cuento, cobrando exclusivas chorras y ligando con insospechada proclividad. Ser hijo de la Pantoja y nieto de la madre de la Pantoja, que un día de estos asumirá también el papel popular de abuela del Pantojo, es mejor que sudar la gota gorda machacando hierro en una fábrica o plantando cebollas de sol a sol en un cortijo.

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