Ahora, nosotros ¿qué hacemos?

Opinión

Ahora, nosotros ¿qué hacemos?

El jefe de la Guardia Civil de Tráfico de Soria, Claudio Argüello, fue sorprendido hace unos días conduciendo a 207 kilómetros por hora. Sí, si, ha leído usted bien: a doscientos siete kilómetros por hora. Llevaría un buen coche, se supone, tan bueno de motor como él de morro porque además, era uno de esos oficiales de la Benemérita que se enfadaba como un basilisco cuando sus subordinados aparcaban las motos en el cuartel de regreso de sus patrullajes sin haber puesto muchas denuncias por exceso de velocidad.

Al parecer, cogido in fraganti, argumentó que tantas prisas era porque perseguía a un delincuente del que nadie en su entorno había tenido noticias. Un caso, vamos, quizás comparable, cuando de rostro de hormigón se habla, con la desfachatez de Dominique Strauss-Kahn quien por las mañanas imponía austeridad total a los ciudadanos del Tercer Mundo desde la poltrona del FMI y las noches las pasaba en una suite de 3.000 dólares diarios en la que aspiraba a derecho de pernada con las camareras.

La sociedad se ha llenado de caras duras, empezando por políticos que propugnan honradez y llenan sus listas electorales de implicados en casos de corrupción, y acabando por religiosos, prelados incluidos, que predican la castidad en el púlpito e incurren en la sacristía en el pecado abominable de pederastia.

Ante tal cúmulo de hipocresía, de cinismo y de cuanto quieran añadir, uno, que ya no sabe qué decir, siempre se acaba preguntando: Y ahora nosotros, sufridos ciudadanos de a pie, pagadores de multas e impuestos, habituales de la crucecita a la contribución a la Iglesia, reprimidos siempre ante el miedo a que la concupiscencia nos lleve al infierno, nosotros, digo, nos preguntamos, ¿y ahora, además de indignarnos, que eso ya lo tenemos muy ensayado, qué coño -con perdón- que quieren que hagamos?

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