Enemigos para la discordia

Opinión

Enemigos para la discordia

Vamos a ver cómo se las apaña ahora el mundo sin Osama Bin Laden apuntando una bomba contra nuestras cabezas. Bin Laden había ejercido en los últimos años – década y media por lo menos – de enemigo público número uno de Occidente y parte de Oriente y su muerte – ejecución, asesinato, venganza, en fin, eso ahora no viene al caso – nos ha dejado más seguros pero de alguna manera también más desamparados.

Nada une más que un enemigo y Bin Laden, que era un enemigo peligroso como él sólo, nos tenía como una piña enfrente y alerta, mayormente los once de cada mes que era su fecha preferida para matar a mansalva. Tampoco tenemos ya la amenaza del comunismo soviético, que tanto nos acojonó durante la Guerra Fría, así que ahora habrá que apresurarse a identificar a otro enemigo de primer nivel, que seguro existe, para no acabar asumiendo las funciones nosotros mismos ante la falta de alguien contra quien desfogarnos de manera unánime.

Por cierto que en España, como en tantas otras cosas en esto también somos una excepción. Tenemos desde antiguo un viejo enemigo común que se llama ETA que siempre que puede se lleva a alguno de los nuestros por delante, pero contra lo que cabría esperar y lo que sería de desear, ETA no nos une a los españoles. Antes al contrario, nos separa, nos devuelve a los años nunca abandonados de las dos Españas y nos hace perder tiempo y energías en discutir tontamente y, eso también, de paso intentar conseguir alguna rentabilidad política sobre todo en época electoral como la presente. ETA es un enemigo común para la discordia entre sus víctimas.

Los que contemplen tan insólito espectáculo desde lejos seguramente no entenderán nada, pero no se sorprenderán: hace mucho tiempo que les tenemos acostumbrados.

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