La mili de Butragueño

Opinión

La mili de Butragueño

Aquella mili que acabó hace diez años fue de canciones para marcar el paso y baños compartidos entre coplas que derrochaban testosterona, por lo tanto un asunto de letras y letrinas, de “la Madelón” y unos wáteres en los que había que hacerlo a pulso para no caer por el agujero hostil del sumidero.

En muchos casos la mili era un secuestro consentido en el que obligaban a comer el rancho, y donde más de un chusquero derrochaba su mala baba castigando sin permiso de fin de semana, pero aquello acabó con un rompan filas para siempre. Para conmemorarlo Defensa ha organizado un acto en el que han invitado a Butragueño para que contara su prestación de armas. En general contar la mili es un asunto de mal gusto, entre otras cosas porque denota cierta edad, (los jóvenes no saben qué era aquello), y por otra parte porque suele ser un relato que apasiona al que lo cuenta pero que no deja de ser un coñazo para el que lo escucha.

No creo que el relato de la mili de Butragueño vaya a ser un best-seller pero cosas más tontas se han publicado en España. Su mili, como la de los demás, es un tostón y con los tostones no se hacen relatos épicos.

Uno echa en falta aquella industria paralela que floreció entorno a los cuarteles, por ejemplo las muñecas “Gwendoline” vestidas de reclutas que tocaban una corneta. O esos marcos en forma de corazón para incrustar la foto del soldado. El resto es mejor olvidarlo y pensar que no todo fue por la Patria, también hubo sus momentos para leer el “Playboy” en la garita.

Más información