La gran propina

Opinión

La gran propina

Con sesenta y cinco años cumplidos, cuatro hijos dependientes de sus ingresos, Don Pratt no veía la manera de dejar el taxi que conducía por las calles y aledaños de su pueblo, Newquay -en el sur de Inglaterra-, desde hacía tres décadas. Además que con la crisis y la psicosis de ahorrar, lejos de mejorar el estatus económico su economía doméstica estaba empeorando de manera galopante.

Pero no hay mal que cien años dure y el otro día el bueno de Pratt recibió una carta de un abogado quien lejos de darle una mala noticia, como suelen ser las noticias que transmiten los abogados ajenos, le comunicaba así como el que no quiere la cosa, que Mary Watson, la sonriente y rica ancianita a la que llevaba casi todas las mañanas a hacer la compra, había muerto y en su testamento le dejaba sus ahorros y una casa valorada en 250.000 libras, o sea 300.000 euros en números redondos. El hombre no conseguía dar crédito a lo que estaba leyendo, claro. Pero el abogado le recibió muy cortésmente y le confirmó todos los extremos de la herencia.

La señora Watson le estaba muy agradecida por sus servicios y atenciones y quería recompensarle de modo y manera que ya podrá vender el taxi y ponerse a hacer lo que tanto deseaba: descansar, dormir la mañana y tomarse una cerveza de vez en cuando con los amigos sin la amenaza de quedarse sin licencia para conducir. Y, efectivamente, la señora Watson ya en vida le dejaba buenas propinas, las más generosas en tiempos tan difíciles, y solía anticiparle que cuando muriese buscaría la forma de compensarle por tantas ayudas como le venía prestando.

Don sonreía beatíficamente viendo a la anciana feliz empujando el carrito del supermercado, pero jamás se había planteado el señuelo de heredarla. Ignoraba el hombre que en el servicio público del taxi hay clientes y clientes: unos son capaces de rebanarte el cuello para quedarse con los ingresos de la jornada y otros, muy pocos, quizás Mary Watson sea el único caso, de retirarte de la carretera como muestra de última voluntad.

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