Comer sin sal

Opinión

Comer sin sal

Ni tabaco ni sal, ya lo debemos ir asumiendo ahora que estamos a tiempo. El tabaco y la sal son malos para la salud y la salud es un bien por el que debemos mirar habida la cuenta que nos tiene. ¡Qué moralista me he vuelto, verdad? Pues si no lo hace cada cual, el Gobierno se encargará de hacerlo por todos. Para que luego digan que en el Consejo de Ministros no están preocupados por la suerte colectiva. Trinidad Jiménez, que se está revelando como una vigilante atenta de nuestro estado físico -del otro se ocupa Rouco Varela que nos quiere dejar sin sexo-, aprovecha que la gripe A la dejado esta primavera con poca ocupación y quiere volcar su esfuerzo en que consumamos menos sal para que la sangre circule mejor por nuestras arterias y el corazón atascado no se gripe con tanta facilidad. Ignoro cómo se va a arreglar Trini para que rebeldes a las consignas oficiales como un modesto servidor, renuncien, renunciemos, a las patatas fritas del aperitivo o a las anchoas saladísimas de Santoña que con tanta insistencia publicita el presidente Revilla, pero sospecho que lo acabará consiguiendo. Ella es constante y obstinada y la sal es mala, igual que el tabaco, y ese argumento acaba calando en cuanto uno empieza a sentir dolores extraños en el pecho y el médico le pone fecha de caducidad a nuestro turno en este mundo de miserias. De momento se va a reducir por Decreto el contenido de sal de las conservas, de los platos precocinados y, supongo, de los menús de los restaurantes de vieja y nueva cocina. Menos sal y, eso sí, como suicidarse es libre, el que quiera asumir riesgos, que vuelque el salero en el plato. En eso sospecho que Trini no va a inmiscuirse porque ella es de las que siempre ha defendido la idea de que prohibir es algo que se debería prohibir.

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