Rajoy reina sobre el desconcierto de la izquierda

Detrás de la cortina

Rajoy reina sobre el desconcierto de la izquierda

Rafael Alba

Resistir y echar balones fuera, las únicas prioridades que ha fijado Mariano Rajoy para la nueva legislatura que, por fin, acaba de empezar. Por si alguien tenía dudas, la semana que acaba de concluir puede haber aclarado los caminos por los que, al parecer, va a transcurrir la vida política española en los próximos meses. Sin cambios en los sustancial, pero con un malestar latente en la sociedad, las instituciones y los partidos que, en principio, no parece augurar nada bueno. Las batallas, todas las batallas subterráneas cuyas puntas de iceberg han salido la luz en los 300 días con gobierno funciones están ahí todavía, los contendientes suman agravios y la violencia con que, finalmente, pueden llegar a desarrollarse los enfrentamientos que vendrán asusta a un poco a aquellos que, por las circunstancias que sean, tienen la capacidad de ver los toros desde la barrera.
 
Para empezar está Mariano Rajoy, el ganador, el tipo que contra casi todos los pronósticos ha conseguido renovar su contrato temporal de inquilino del Palacio de La Moncloa. Lo único que parece tener claro, como siempre, es que lo suyo es dejar que el tiempo pase y echar balones fuera mientras tanto. ¿Durante cuantos meses? Sólo él lo sabe, por supuesto, aunque en las últimas semanas las habituales lenguas viperinas de la Villa y Corte, agitadores de esas mesas y manteles en las que se mezclan las conspiraciones con las partidas de mus, hayan vuelto a apostar por una fecha de caducidad , más o menos prevista, para el mandato del presidente más incomprensible que ha tenido un Gobierno español a lo largo de la historia. Según esta versión, el tiempo estaría siendo medido por un reloj judicial que marca la prescripción de determinados delitos.
 
Quienes defienden esta opinión, si aportar jamás ninguna prueba al respecto, basan sus intuiciones maliciosas en esa forma de comportarse como si jamás hubiera un mañana que ha caracterizado los últimos pasos del lider del PP incluido la designación de ese nuevo Gobierno en el que todo sigue como estaba, o casi, menos la persona que va dar la cara los viernes en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. Eso sí, si tocara analizar, aunque fuera por encima el peso de los distintos territorios en este Gabinete, pues ya ven, los antaños poderosos feudos partidistas conservadores de Valencia y Baleares no han conseguido colocar a un sólo ministro y la cuota ‘catalana’ se limita a la entrada en juego de Dolors Monserrat, para ocupar uno de los ministerios con menos importancia del Ejecutivo, porque ya se sabe que todas las competencias en materia de Salud están transferidas a las distintas comunidades y, desde allí, poco se puede hacer.
 
Así que, si aciertan estos pitonisos de tres al cuarto, lo que nos espera es bastante más de lo mismo, parches a diestro y siniestro para evitar un inevitable naufraugio que, eso sí, se producirá con otro capitán al mando de la fragata. Y, por lo tanto, vamos a tener otra buena ración de todo aquello que, en teoría, es justo lo contrario de lo que supuestamente tendría que defender el PP, según su ideario liberal conservador. Habrá más impuestos y no menos, para cuadrar las deudas, seguirá sin cumplirse nunca el compromiso de deuda contraído con Bruselas, el estado del bienestar se irá erosionando por falta de mantenimiento, el empleo seguirá siendo precario y la caja de la Seguridad Social, seguirá siendo la auténtica ‘caja b’ de la que tirará el gobierno para tapar los agujeros que salgan al paso. En definitiva, que ni reformas, ni proyecto de país, ni apertura del debate territorial ni nada de nada. Y, por lo menos, nadie podrá decir en esta ocasión que el presidente del Gobierno no dejó claras cuáles iban a ser las líneas maestras de su nuevo mandato en el debate de investidura. Y, por supuesto, que no presentó ningún plan concreto. ¿Para qué?
 
No le hace falta, porque, además, no hay absolutamente nadie en el desierto de la oposición en condiciones de pedirle cuentas o exigirle compromisos. Los famosos pactos y el dialogo bajo la mesa, en forma de ‘agenda oculta’ ya se habrían forjado. O eso dicen, ya les he contado, estos expertos de tres al cuarto a los que les encanta presumir de bola de cristal. ¿Qué no? Pues a las pruebas se remiten. De Ciudadanos ya nadie puede esperar nada, desde luego. Ni siquiera aquellos ciudadanos abducidos por la buena planta del lenguaraz Albert Rivera, cuyo contenido político e ideológico se ha revelado inexistente. Y cuya capacidad de influir en el ánimo o las decisiones de Mariano Rajoy ha quedado bien patente en los últimos tiempos. Y si no ven cómo suena, la última y más rimbombante victoria que se les atribuye. Parece que han conseguido que el presidente les coloqué un par de ministros afines para guiñarles el ojo. Vamos que sigue Fátima Báñez porque formó parte del equipo negociador del famoso pacto d de las 150 medidas entre azules y naranjas y Luis De Guindos porque se lleva estupendamente con su colega Luis Garicano. Una excelente pareja de vals, por cierto para abrazarse a la hora de seguir el ritmo al compás que manden los poderes fácticos, de origen financiero, que, presuntamente, mandan en Bruselas.
 
Y, ¿qué pasa con el PSOE? Pues por allí los actuales ocupantes provisionales del poder podrían andar un poco preocupados también con los relojes judiciales. En este caso con los que marcan los tiempos de ese caso de los Eres que, según algunas versiones, siempre interesadas ya digo, ni se desenredará ahora ni nunca. Por lo menos, mientras los casos que amenazan al PP sigan vivos. Eso sí, la gestora parece dispuesta a seguir fielmente el capitulo del manual escrito por Fidel y Raúl Castro, en el que pone que el Congreso del PC se convoca cuando al líder le da la gana y no cuando marcan los estatutos. Por delante, también al más puro estilo castrista, toca debatir los ‘lineamientos’ agrupación por agrupación, el tiempo que haga falta y con toda la esterilidad e irrelevancia tradicional en unos debates de reinvención que los socialistas ya han tenido más de cuatro veces en los últimos cuatro años. O así.
 
Lástima que Pedro Sánchez y ese coche con el que recorre el estado español pueda estropearles el plan. Sobre todo ahora que, desde donde corresponde, se ha explicado que Susana Díaz, por lo visto, sigue sin tener el coraje suficiente para enfrentarse a su rival en campo abierto. Lo suyo serían más bien las conspiraciones en la sombra. Por eso, apuntan los maledicentes, algún columnista de tronío ya lanzó esta semana desde los cuarteles del grupo Prisa, la idea de que lo que el partido necesita es un ‘tercer’ hombre o una ‘tercera mujer’ para asumir el liderazgo, dado que Sánchez y Díaz se habrían deteriorado demasiado en sus luchas fratricidas y ni sirve ya el agitador ‘podemita’ ni mucho menos la costurera especializada en coser telas de Penélope.
 
Ya se ha propuesto hasta un candidato para hacerse con esa secretaria general en la que unos y otros sólo aspiran a sentar una marioneta que haga el paripé mientras Rajoy deja pasar el tiempo. Por lo visto, les cuadraría Patxi López, por aquello de qué votó en contra de ‘ejecutar’ a Sánchez, pero luego fue obediente, acató la resolución del Comité Federal y se abstuvo en el debate de investidura.
 
Es dudoso, sin embargo, que López quiera ponerse el traje que tan mal le sentó a ese Pedro Sánchez inicial que ejercía de chico aseadito y guapetón patrocinado por Susana Díaz. Patxi tiene galones y partidarios y no es fácil imaginársele sentado en ese polvorín. ¿Podría, sin embargo, aceptar el papel hipotético de pacificador? Eso, tal vez sí, pero no lo haría, dicen, sin un compromiso previo de alto el fuego entre las partes que no parece fácil de pactar hoy por hoy. El que no puede seguir, desde luego, es Javier Fernández, el presidente asturiano es ese tipo de entrenador incapaz de acabar la temporada que todo el mundo conoce. Y ojo, porque, algunos, cuando no aparecen los recambios deseados, sí lo consiguen. Pero mientras más tiempo pase sin Congreso, más insostenible será la posición de un hombre, del que incluso sus actuales enemigos más encarnizados admiten que tiene vergüenza.
 
Sólo Unidos Podemos, con o sin confluencias parece romper este contubernio apacible de los partidos con problemas, a favor de dejar pasar el tiempo. Pero eso tiene arreglo. No hay más que abrirle dos o tres crisis a la semana y contar una y otra vez que el partido se deshace, que Pablo Iglesias e Iñigo Errejón no se hablan y que hubo dirigentes que robaron ‘chuhes’ en el supermercado cuando estudiaban primaria. Incomprensible que no dimita el mangante de piruletas ese que se ha atrevido a cuestionar la honestidad de padres de la patria, públicos y privados con familiares que tienen extrañas cuentas en paraísos fiscales. Así que, ese sería el plan, leña al mono hasta que sangre y a vivir que son dos días…
 

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