¿Se atreverán Felipe y Susana a derribar a Pedro Sánchez?

Detrás de la cortina

¿Se atreverán Felipe y Susana a derribar a Pedro Sánchez?

Las maniobras tácticas de Podemos y Rajoy puede obligar a los críticos del PSOE a abandonar la penumbra y dar la cara. Nadie lo esperaba pero, de repente, el compromiso adquirido por Pedro Sánchez ante la dirigencia de su partido que le obliga a someter a la aprobación del Comité Federal cualquier posible pacto de gobierno se ha convertido en un instrumento clave. Para que Sánchez se convierta en el próximo inquilino de La Moncloa con el apoyo de Pablo Iglesias, y sus muchachos, necesita obtener el permiso público de sus compañeros de partido y, por lo tanto, la aquiescencia de esos críticos que todo el mundo conoce y a los que ahora, sí o sí, tampoco les va a quedar más remedio que enseñar las cartas.

Encajonados entre dos maniobras tácticas de riesgo efectuadas a en la derecha y en la izquierda del tablero, a los ‘felipes’ y las ‘susanas’ del PSOE no les han salido bien sus presuntos movimientos en la sombra. Da la impresión de que no calcularon bien el tipo de adversarios ‘correosos’ que tenían enfrente. Tanto Sánchez, como el presidente en funciones Mariano Rajoy se has mostrado, de momento, inmunes a la presión y se han mantenido en su sitio. Ni el socialista ha renunciado a intentar formar Gobierno, ni el popular ha dimitido para hacer posible el famoso gobierno de concentración que integrarían los dos viejos partidos y Ciudadanos, la bisagra fallida.

Y, por lo mismo, por su empecinamiento, que también podría venderse como ‘fidelidad a sus principios’ sucede que Rajoy y Sánchez, están a punto de convertirse, si no lo han hecho ya, en los principales enemigos de las fuerzas antes conocidas como ‘casta’, ese sindicato de intereses creados, cuyos afiliados necesitan salvar el sistema para mantener su lugar de privilegio.

Más aún que los ‘podemitas’, otros tipos hábiles a los que nunca conviene dar por muertos. Más aún, o casi, que los independentistas catalanes y su ‘raca, raca’. Sobre todo, porque mientras a estos grupos ‘desestabilizadores’ se les supone una capacidad infinita de provocar el caos para convertirrse en pescadores en el río revuelto, Pedro y Mariano eran, hasta ahora, dos presuntos representantes del sentido común y el amor a la patria, dispuestos a hacer cualquier sacrificio por el bien de España.

Pero no. A Rajoy no le ha apetecido plantarse en el Congreso para soportar un chaparrón de críticas desde todas las esquinas en un debate de investidura que no podría ganar. Y no es tan raro. ¿Por qué iba el a tener prisa o a dimitir? Al fin y al cabo si ha constatado que hay otro líder, en este caso el socialista, que cree tener posibilidades de reunir en su torno una mayoría parlamentaria suficiente para gobernar, tampoco debería parecer tan extraño que haya decidido echarse a un lado y dejar el terreno libre a su rival para que, eso sí, se tire a la piscina o se calle para siempre.

Y, para colmo y desesperación de la parroquia ‘conspiranoíca’, a Sánchez no debe parecerle tan mala la oferta que le hizo Pablo Iglesias como a sus críticos en el interior del partido, porque si así fuera la habría rechazado de plano desde el primer momento. Así que, se propone hacer algo bastante lógico, se diga lo que se diga, sentarse con Iglesias a hablar por sí las actuales líneas rojas de los ‘podemistas’ son tan volátiles como las anteriores. Lo mismo sí es posible acordar un programa común del que no formé parte de ninguna manera el derecho de autodeterminación. ¿Quién sabe? Y si el mandato de las urnas es que hablen ‘todos con todos’, según han repetido hasta la saciedad los analista partidarios de la alianza ‘constitucionalista’ ¿Por qué no pueden hablar Sánchez e Iglesias?

Yo, al menos, no he encontrado aún una respuesta a esta excepción a la regla que algunos se han apresurado a fijar a toda velocidad. Entre otros, ya saben, los editorialistas de algún medio de comunicación teóricamente progresista, que repiten una y otra vez su mantra de que «Rajoy no puede y Pedro no debe». ¿De verdad es eso cierto? A lo mejor, no. Si parece en cambio que ambos «quieren» y que, por lo tanto, la única forma de conseguir que se retiren es derribarlos. Pero, ¿hay alguien en el interior de las formaciones políticas que ambos lideran dispuesto a hacerlo?

Hoy por hoy, lo que sí existe en el PSOE es la posibilidad de hacerlo en tiempo récord. Si como insisten en asegurar, con o sin pruebas, muchos comentaristas estos días, ni los barones territoriales del partido, supuestamente liderados por Susana Díaz, ni la ‘vieja guardia pretoriana, que encabezaría Felipe González, quieren que Sánchez sea el presidente de un Gobierno de coalición formado por los socialistas, los ‘podemitas’, las ‘confluencias’ y los grupos de izquierda, basta con que voten en contra en el Comité Federal del partido que debe ser convocado para aprobarlo. Y, por supuesto, acto seguido, poner sobre la mesa la figura de un candidato alternativo a Pedro Sánchez para que ocupe la secretaria general.

Pero, a lo mejor no se atreven a hacerlo. A lo mejor resulta muy duro a unos líderes como Felipe, Susana y el resto de sus presuntos correligionarios, quitarse de repente la careta y admitir que, en realidad, por mucho que hayan presumido siempre de ser de izquierdas ni mucho menos lo son tanto como decían. Y, aunque siempre les quedará el recurso a apelar a la salvaguarda de la unidad de España como excusa plenipotenciaria, tampoco está asegurado que esta vez les funcione también como acostumbraba.

Y esa es una de las consecuencias endiabladas de la suma de las dos jugadas tácticas que han protagonizado Pablo Iglesias y Mariano Rajoy en estos días, porque cada uno desde su posición en el arco parlamentario se las han apañado para provocar la necesidad de un movimiento, quizá fratricida, en el interior del PSOE que enfrente abiertamente y en público a sus ‘dos almas’.

Porque si ahora ‘Felipe y Susana’ no dan un golpe sobre la mesa e imponen su autoridad, Podemos puede entrar en el próximo gobierno de la mano de Sánchez les guste o no. A estas alturas, lo único que parece seguro, más o menos, es que podría avecinarse un duro enfrentamiento entre socialistas y que, en caso, de producirse las consecuencias de la batalla serán devastadoras para este partido histórico que perdió el rumbo hace ya muchos años. O eso pienso yo.

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