¿Qué hacemos ahora los de la ‘escuela Humanes’?

Opinión

¿Qué hacemos ahora los de la ‘escuela Humanes’?

Querido Carlos: te has ido demasiado pronto y a los que somos de la ‘escuela Humanes’ se nos ha quedado un enorme vacío dentro que tal vez el tiempo se encargue de remediar, pero va a llevar lo suyo.

Algunos somos de esa escuela porque es en la que dimos nuestros primeros pasos profesionales. A principios de la década de los 90, cuando suspirábamos por que alguien nos diera una oportunidad después de haber acabado los estudios, apareciste tú, por entonces un dios de la información económica (Tele 5, la Ser, el Boletín, El Economista… ¡todo a la vez!), dando entrada en tus medios a gente joven y totalmente inexperta, que quería simplemente que no le dieran con la puerta en las narices. Encima, pagabas. La mejor escuela posible, y un pequeño salario, que poco a poco iría subiendo, con el que comenzar a abrirse camino.

En esos años 90, a mediados de década y sin Internet, me hiciste escribir de cosas sobre las que nadie lo hacía: el Nasdaq, los fondos de inversión, Latinoamérica… siempre muy por delante de las modas. “¿Pero qué tendrá de importante que el BBVA (perdón, BBV) compre un banco en Colombia?… ¿A quién le interesa eso del Nasdaq si nadie sabe lo que es?…” Eran preguntas que se hacía un inexperto periodista, sin sospechar que España se iba a convertir en la gran potencia inversora al otro lado del charco o que estaba a punto de llegar la explosión puntocom.

Como periodista eras visionario. Siempre muy por delante de todos. Desesperantemente por delante, porque luego nunca quisiste colgarte las medallas que te correspondían.

Y yo quisiera ponerte alguna que otra, más que merecida, porque he sido testigo directo de algunos lances gloriosos: “Pero Carlos, ¿me estás diciendo que los todopoderosos bancos de inversión americanos; los Morgan, Lehman, Merrill… van a quebrar?” “Ninguno, Manolito, no va a quedar ninguno”. Carlos me decía eso en 2003 y yo pensaba que ya comenzaba a estar chocho, o sufría de delirios apocalípticos. ¡Madre mía, chocho! Cuando cayó Lehman, tuve que llamarle y luego reconocérselo en persona: “joder, has sido la única persona que lo ha tenido claro todos estos años; que los bancos americanos, eterno paradigma de la calidad, iban a saltar por los aires porque no sabían ni lo que tenían en los balances, ni eran capaces de calcularlo”. Y él sonreía satisfecho, para, a continuación, contarte una nueva batalla de las suyas, de la que ni podías imaginar nada. Sólo te quedaba escuchar.

Pero, por encima de todo esto, te recordaré siempre por la amistad paternal que me brindaste cuando, después de 8 años trabajando contigo, me fui en busca de otros retos profesionales: “no es por dinero, Carlos, es que quiero conocer otras personas y otros medios, esto creo que ya me lo sé del todo”. “Tienes que irte, Manolito, ya es tiempo, pero vete con la tranquilidad de que si te va mal donde sea, aquí siempre podrás contar con un sueldo con el que pagar las facturas”. Siempre siguió la trayectoria de los que habíamos pasado por El Boletín, El Economista o el América, a los que consideró ya para siempre su gente, estuviéramos donde estuviéramos.

Ojo, no era una monjita de la caridad. Pegaba unas broncas de alivio, pero si te gritaba en su despacho, pocos minutos después lo tenías en tu propia mesa, dándote una colleja cariñosa.

Nunca perdimos el contacto. Siempre seguimos viéndonos. Viniste a mi boda. Quedamos a comer, a cenar decenas de veces… tenemos mil anécdotas. Eras muy divertido, además.

También, una esponja con todo lo que pudiera contarte de mis experiencias en otros medios. ¿Alguien vivía la profesión como tú? ¡Es que te la metías en vena!

Tu marcha nos ha hecho derrumbar a unos cuantos como no pensé que fuera posible. Otro miembro de la ‘escuela Humanes’ resumía el vacío y el dolor que tenemos dentro, al poco de saberse la fatal noticia: ”Y ahora, ¿qué hacemos sin Carlos?”.

*Manuel López Torrents, periodista de Vozpópuli

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