La hora de la verdad para Podemos

Detrás de la cortina

La hora de la verdad para Podemos

El curso político que comienza este mes de septiembre se perfila como el más decisivo de la historia reciente de la democracia española. A sólo nueve meses de las elecciones locales y autonómicas más decisivas de los últimos años, el nerviosismo y la tensión se han instalado en las filas del PP y del PSOE, los dos partidos sobre los que, hasta ahora, se sostenía el espejismo de la alternancia que daba sentido al sistema democrático español.

La sensación de urgencia y la casi certeza de que, según pasa el tiempo, el abismo cada vez está más cerca, son dos premoniciones comunes que se extienden por las bases y las cúpulas de ambas formaciones, aunque los motivos de este malestar, casi viral, sean distintos. Por más que su raíz, el miedo a Podemos, fundamentalmente, también derive de un fantasma compartido.

Y así llegamos al momento en que la hora de la verdad está cada vez más cerca, porque los ciudadanos van a tener muy pronto la posibilidad de votar, en unas elecciones en las que sí se entabla una lucha por conseguir cuotas de poder real. El que ostentan en el entramado institucional español, los ayuntamientos y las comunidades autonómas.

A tenor de las últimas encuestas, como la que publica hoy mismo ‘El Mundo’, quizá los dirigentes del PSOE deberían estar más preocupados que el resto, porque todo parece indicar que este partido da pasos agigantados hacia su práctica desaparición, sin que la irrupción en el panorama político de su nuevo secretario general Pedro Sánchez vaya a servir para evitarlo.

Sin embargo, es posible que no sea así. Para unos dirigentes que tienen complicado reconquistar el poder gracias a su propia fuerza en las urnas, la posibilidad de convertirse en la coartada institucional que necesita el partido que preside Mariano Rajoy para salvar los muebles puede ser atractiva para unos dirigentes socialistas que pierden peso específico y apoyo electoral a velocidad de vértigo.

La necesidad del PP de no realizar en solitario algunos movimientos políticos, como esa reforma electoral que impulsa la elección directa de los alcaldes, devuelve relevancia política al PSOE y, en este supuesto momento de urgencia que viviría España, hace más factible para unos y otros pensar en ‘grandes coaliciones’. En esos espejismos de estabilidad del estilo de los que funcionan en Grecia o Alemania, que tanto gustan en Bruselas y que tanto tranquilizan al poder económico.

Así que Sánchez y los suyos, en medio del desastre, pueden encontrar algún que otro motivo de satisfacción. Aunque, algunos movimientos, como esa presión desatada en la prensa conservadora para propiciar una coalición entre UPyD y Ciudadanos, sí que pueden convertirse en un semillero de preocupaciones para la nueva cúpula socialista. De ahí si podría surgir un nuevo partido o coalición capaz de robarles la merienda.

Al fin y al cabo, quienes abogan por una alianza entre las formaciones lideradas por Rosa Díez y Albert Rivera, lo que quieren, en realidad, no es propiciar la creación de un Podemos de derechas. Para nada. Lo que buscan es la aparición de una fuerza política, de dimensión nacional, con la que el PP pudiera pactar si llegara el caso.

Así que, a pesar de estos posibles nubarrones, de algún modo, los nuevos inquilinos de Ferraz están más tranquilos de lo que muchos creen. Para ellos, está pérdida de apoyo electoral que afronta el PSOE es bastante menos dramática de lo que parece. Y, por supuesto, no alcanza ya la dimensión dramática que sí empieza a tener el descalabro del PP.

Al partido del Gobierno, que acumuló un poder histórico en las dos últimas citas electorales, el contexto actual le sitúa en una posición endiablada. Y los problemas pueden llegar ya. En este mismo curso político. Porque si hay algo que en Génova no pueden permitirse ya, es que una posible bocanada de aire fresco, emanado de las urnas, ventile las cerradas estancias de autonomías y ayuntamientos, donde la corrupción y el tráfico de favores entre los políticos y los empresarios locales ha dibujado estructuras cuasi delictivas en muchas grandes plazas.

De ahí que algunas lenguas viperinas, sin base alguna para sus especulaciones ni pruebas que les sirvan de sustento, estén difundiendo en estos días la especie de que son los barones y las ‘marquesas’ del PP, las que presionan a Rajoy para que cambie la Ley electoral. Y, a lo mejor, estas versiones, malintencionadas, no están tan lejos de la realidad, a pesar de todo.

Estos profesionales del rumor aseguran que muchos líderes regionales del partido conservador creen que es mejor desobedecer las más elementales reglas de la democracia en estos momentos y valerse de la mayoría absoluta para orquestar la ‘cacicada’, que correr el riesgo de que unos eventuales equipos de Gobierno liderados por hombres y mujeres de los entornos de Pablo Iglesias y Ada Colau accedieran al poder y empezasen a sacar ‘facturas’ de los cajones. O a pedir explicaciones y poner en manos de las autoridades judiciales competentes más de un papel comprometedor.

Así que, siempre según estas versiones interesadas que, repito, no se apoyan en prueba alguna que les conceda verosimilitud, habría más de un dirigente local del PP que empieza a sentir muy cerca de su cuello esta soga retórica de la que hemos hablado en el párrafo anterior y que, una vez más, no acaba de comprender la parsimonia y la lentitud con la que Rajoy hace frente a estos asuntos clave.

Lo cierto es que sólo el tiempo tiene la respuesta de todos estos asuntos. Pero, lo que sí puede asegurarse, es que el curso político que va a comenzar promete ser uno de los más apasionantes de los últimos años. También que se acerca la hora de la verdad. Para Podemos y para todas las demás formaciones políticas, progresistas o conservadoras, que competirán en los comicios de mayo de 2015. Incluida una IU que, por enésima vez, va a necesitar ‘refundarse’ para mantener un espacio, por pequeño que sea, en este endiablado tablero de juego político.

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