¡Lo que son las cosas!, que mientras los espías gringos controlaban los movimientos y charletas de la canciller, los espías teutones, que también los hay, tenían pinchado el teléfono de la secretaria de Estado, Hilary Clinton. De Angela Merkel, la inspiradora de los recortes ajenos, se ha escrito casi todo últimamente así que a mí sólo me queda añadir que, además, tiene una cara que cualquier día se la pisa. Todavía recordamos la que puso, la cara quiero decir, cuando unos meses atrás se descubrió que sus amigos norteamericanos, siguiendo su tradición más acendrada de meterse en lo ajeno, controlaban sus conversaciones telefónicas, igual que se si tratase de un caudillejo cualquiera del Tercer Mundo y no la principal aliada.
Merkel hasta viajó a Washington a simular que protestaba ante Obama en la Casa Blanca por el agravio. Pero ahora se descubre, ¡lo que son las cosas!, que mientras los espías gringos controlaban los movimientos y charletas de la canciller, los espías teutones, que también los hay, tenían pinchado el teléfono de la secretaria de Estado, Hilary Clinton. ¡Habrase visto, coño! Angela Merkel se cabrea, y con razón, porque la espían a ella y los suyos, es decir ella por mandados interpuestos, resulta que a la chita callando hace lo mismo.
Aquí en España, donde no tenemos tanto punch para devolver golpes, también sufrimos las maneras aviesas de doña Angela. Durante años, apoyada en la docilidad del Gobierno de Rajoy, nos impuso una austeridad y unos recortes a nuestro bienestar para echarnos a muchos al paro y al resto, a temblar. Seis millones de desempleados y muchos sin tener un mínimo ingreso mensual para poder comer todos los días es un dato que estremece y anticipa consecuencias.
Así, la austeridad implacable impuesta por los dictados de Berlín no podía pasar sin tener consecuencias. Una, que nuestros jóvenes sin perspectivas iniciasen una diáspora por el mundo en busca del trabajo que aquí no existe, que fue destruido. Algunos fueron a Alemania, convencidos de que allí serían bien acogidos aunque mal pagados, y ahora el Gobierno de Angela Merkel, el principal culpable – no el único, también es cierto – se queja de que no puede acoger semejante avalancha.
Es el mismo Gobierno que exige a España que frene como sea la invasión por el sur de inmigrantes subsaharianos y magrebíes, pero sin que se le vea un detalle para ayudar a España, Italia, Malta, etcétera, a frenar el flujo y a hacerlo con respeto a las leyes y a los derechos humanos. Pues sí, Angela Merkel, ya lo he dicho, además, tiene una cara que a poco que se descuide, se la pisa. Le deseo que lo haga con suerte, no vaya a ser que resbale.
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Cualquier día se la pisa
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