La nueva política y los políticos viejos

Detrás de la cortina

La nueva política y los políticos viejos

Sólo con un cambio generacional en las cúpulas de los partidos políticos no se acabará con su descrédito. Desde hace unos meses, un nutrido ejercito de colegas columnistas y otros ‘opinadores profesionales’ parece haber descubierto la solución a la crisis política y social que se ha instalado en España. Hay que cambiar las caras de la dirigencia y colocar en el poder de los partidos políticos a una nueva generación. Jóvenes y ‘jóvenas’, entre 30 y 45 años, que, con su simple presencia, consigan dar la impresión inmediata de que se está produciendo un cambio en las cúpulas de las organizaciones y, efectivamente, por fin, ha entrado aire fresco en los rancios salones del poder.

Todo son gestos de cara a la galería y hay medios de comunicación, que parecen estar en la jugada, dispuestos a promocionar cada pequeña diferencia y a remarcar, incluso cuando todo indica lo contrario, que esa mutación se está produciendo. Suponemos que se trata de una nueva idea genial de los asesores de siempre que, desde hace tiempo, han intentado, y conseguido, convertir la política en puro ‘marketing’.

Por eso, como pasa con muchas otras mercancías que se ofrecen en los mercados, en realidad, lo que importa no es el producto, lo que cuenta es la imagen que el comprador tenga de él. Y siendo así…¿por qué preocuparse luego de cumplir las promesas electorales.

Así que ahora que han descubierto su nuevo filón lo explotan a conciencia y nos muestran a todas horas la imágenes del ascenso imparable de una legión de ‘treinta añeros’ sin corbata, saludables y buenos chicos-as, donde los haya. O poco más o menos. Gente ‘nueva’ que hace cosas nuevas. Aunque no lo parezca.

Por eso cuando la también ‘nueva’ pareja real hace algo tan ‘viejo’ como reunirse con unos cuantos notables a cenar en su residencia veraniega, los medios cómplices hacen hincapié en que, en contra de lo que era habitual, Felipe y Leticia han invitado también a sindicalistas y cantantes populares.

O cuando, el nuevo secretario general del PSOE, el recién nombrado Pedro Sánchez, se ve obligado a hacer una ejecutiva tan numerosa como el camarote de los Hermanos Marx para contentar con todas las ‘familias’ que siguen mandado en el partido, la sabia traducción de los expertos de guardia nos explica que, por mucho que sean ciento y la madre y estén todos, en realidad sólo mandan diez. Y que esos sí que son ‘jovencitos’, e incluso, en un alarde de virtuosismo, son sobre todo ‘jovencitas’. Lo que, aparentemente, ya es lo más de lo más en renovación política.

Me gustaría creer que estamos ante una simple epidemia pasajera, pero mucho me temo que no es así. Hay algo de cierto, por supuesto, en que ante el comportamiento impresentable desarrollado durante años por esos políticos de siempre, a quienes los chicos de Podemos han bautizado como ‘la casta’, muchos ciudadanos sienten la necesidad de ver caras nuevas en los ámbitos de poder. Y, también, que quienes no hayan tenido nada que ver con las generaciones estigmatizadas a las que pertenecen, tipos como Alfredo Pérez Rubalcaba o Mariano Rajoy, van a contar con la simpatía inicial de la concurrencia.

Pero lo que está pasando en España y en Europa, es bastante más serio que todo eso. Hay una verdadera revolución en marcha, no un simple cambio generacional. Los problemas son demasiado graves y los votantes han vuelto a descubrir el poder que otorgan las urnas en democracia y han empezado a exigir soluciones a sus representantes electos. Y también programas que se concentren en lograr los objetivos que de verdad importan.

Por ejemplo, en proporcionar a la población trabajos dignos, fijos y seguros, educación y sanidad universales y gratuitas, en abordar la reducción real de las desigualdades y en asegurar, en definitiva, que los ciudadanos disfruten plenamente de sus derechos constitucionales.

Además, por supuesto, se buscan políticos sin hipotecas previas capaces de hacer caer todo el peso de la ley sobre los delincuentes que, hasta ahora, han estado amparados por el sistema. Hombres y mujeres dispuestos a escuchar el mandato de los ciudadanos y meter en la cárcel, pongamos por caso, a los responsables de la quiebra de las cajas de ahorros españolas. Y a unos cuántos más, claro.

E incluso, ¿por qué no? a obligarles a devolver el dinero que se llevaron. Esto es lo que hay tras el fenómeno Podemos. Y no tiene demasiado que ver, en realidad, con la juventud de sus principales dirigentes.

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