El ingreso de Luis Bárcenas en la prisión de Soto del Real ha supuesto un verdadero terremoto para el PP. Pero los distintos sectores que conforman el partido no coinciden a la hora de analizar los posibles escenarios de futuro a los que tendrán que enfrentarse.
El temor parece cundir en las bases, según algunas encuestas de urgencia. Las miles de incógnitas sin resolver, la pérdida de apoyos entre los votantes y las sombras de las sospechas que este asunto lanza sobre la dirigencia pasada y presente son, esta vez, demasiado cercanas y nutridas para que todo se solucione con un simple toque de clarín.
Ni de cara al exterior, ni al propio partido parece, en opinión de algunos cuadros medios, que ahora pueda funcionar la estrategia de la patada hacia delante. Se necesitan un discurso y un relato que pueda explicar lo sucedido.
No es posible ahora mantener la unidad con los mensajes simples de siempre, argumentar que se va a colaborar con la justicia, tras haber acusado a los jueces de ‘montar una causa general contra el PP’, sólo 48 horas antes de la inesperada entrada en la cárcel del extesorero.
Sin embargo, en las cercanías de la dirigencia del partido parece haber un ambiente más relajado, un cierto alivio. La imagen de Bárcenas entrando en la cárcel puede utilizarse a medio plazo como una prueba de que, incluso tarde, la justicia es igual para todos con un Gobierno del PP. Aunque todo depende de que el extesorero mantenga o no silencio.
En este ámbito si parece haber tenido éxito la explicación, extendida en los rumores de urgencia desde ayer, de que existiría un pacto entre Bárcenas y algunas instancias del partido que, a cambio de que la esposa del extesorero siga libre, garantizaría la discreción de quien fuera un aplicado funcionario del PP, laureado y jaleado por las principales figuras del partido hasta hace muy poco tiempo.
