La masacre ocurrida el pasado viernes en el moscovita Crocus City Hall con más de 150 muertos y una cifra cercana a 180 heridos resulta otro botón de muestra de que si una guerra es perjudicial para ambos bandos contendientes, un acto de terrorismo es aún más deleznable.
Aunque según algunas fuentes, el Kremlin la ha tachado de falsa, la autoría de la matanza por el grupo terrorista Estado Islámico (ISIS), con motivos suficientes como para emprenderla contra rusos o soviéticos tal fuera el modo tan criminal de hacerlo. Los culpables, según Rusia, son Ucrania y occidente.
No llegaron a las 15 horas de perpetrar el tiroteo e incendio en una sala con las 9.000 entradas vendidas, los cuatro sospechosos y confesos casi al instante fueron capturados cuando pretendían cruzar la frontera hacia Ucrania. Todos, ciudadanos de Tayikistán
De inmediato fueron publicadas sus imágenes. Bien maltrechos que aparecieron ante las cámaras y no precisamente por una accidentada escapada.
Para un soldado profesional morir en combate es como un fallecimiento natural. Para civiles, niños entre ellos, es algo que provoca un profundo pesar. Y desde hace buen rato estamos con ese sentimiento cuando miramos hacia Palestina.
La respuesta no se hizo esperar. Sin reacción de espera alguna, este lunes un grupo de misiles de crucero hipersónicos Zirkon atacó por sorpresa y vez primera importantes instalaciones del Servicio de Seguridad ucraniano, su servicio de inteligencia y la Defensa Civil, además de otros importantes objetivos.
Mal camino que están tomando los acontecimientos. “Los castigaremos a todos”, amenazó Putin.
