El Tesoro Público hace historia gracias al renovado apetito por la deuda periférica

Especial XXIII Aniversario

El Tesoro Público hace historia gracias al renovado apetito por la deuda periférica

Luis de Guindos, ministro de Economía

El Gobierno se ha esforzado por cumplir sus promesas con la Troika a fuerza de recortes y el mercado se ha apremiado a reconocerlo. Tanto que el Tesoro se ha lanzado a la emisión de referencias nunca antes vistas. Los inversores han vuelto a mirar hacia el sur de Europa. En especial hacia España, una vez que el Gobierno ha cumplido la mayor parte de sus compromisos con la impopular Troika. La deuda periférica se ha convertido en el activo de moda y, gracias al apetito de los mercados, el Tesoro Público ha hecho historia con una más que brusca bajada de tipos y el estreno de nuevas referencias.

Ya la primera subasta del año se saldó con un resultado que desde muchas mesas de análisis y gestión se calificaba como de regalo tardío de Reyes. El Tesoro Público logró encontrar dueño para más papeles de los que tenía previsto emitir y a tipos más bajos de lo que inicialmente había barajado. Fue el pasado 10 de enero cuando consiguió colocar un total de 5.816 millones de euros a distintos vencimientos con una bajada media de costes para las arcas públicas de entre el 10% y el 15%.

Ese mismo día, el organismo dependiente del Ministerio de Economía que dirige Luis de Guindos estrenaba la primera de las muchas referencias a cuya emisión se ha lanzado por primera vez en este año 2014. Entonces, el Tesoro se atrevió a probar el apetito del mercado por un nuevo bono a dos años en el que consiguió colocar casi 3.397 millones de euros. A un tipo de interés del 2,587% se convirtió en la referencia más demandada de cuantas se subastaron ese día en que la prima de riesgo española para los bonos a diez años caía hasta los 198 puntos cuando un año antes marcaba la friolera de 336 enteros. Casi el doble.

Poco tiempo después, llegaba una de las noticias que definitivamente volvía a poner la deuda soberana española en la diana de muchos inversores. La agencia de calificación crediticia Moody’s mejoraba en un escalón el rating de España para alejarlo del temido abismo de la categoría de ‘bono basura’. El mes de febrero, la firma estadounidense mejoraba la nota de los papeles soberanos del Reino de España hasta ‘Baa2’. Dos meses después hizo lo propio Fitch y hubo que esperar otro más para que Standard & Poor’s (S&P) también replicara un movimiento que para muchos supuso la confirmación al cambio de perspectivas sobre la economía española que primero el Gobierno, y luego varios organismos internacionales, se habían encargado de predicar.

Sin embargo, la mejoría más palpable de los mercados de deuda periférica no llegó hasta el mes de junio. Entonces, el anuncio de que el Banco Central Europeo (BCE) estaba dispuesto a usar de mecanismos excepcionales de apoyo a la incipiente recuperación económica de la Eurozona supuso una llamada de atención para los pocos inversores que aún no habían apostado por estos papeles no hace mucho tiempo tan denostados. La brusca caída de rentabilidades de los bonos emitidos por los países centrales del Viejo Continente y la baja inflación en el área de la moneda comunitaria se convirtieron en los principales motores de este cambio de tendencia.

Así fue que, aprovechando el esta vez positivo ‘efecto Draghi’ sobre los mercados, el Tesoro se lanzó a la mayor subasta sindicada de deuda celebrada hasta la fecha. El organismo logró compromisos de los bancos creadores de mercado por un total de 9.000 millones de euros en títulos a diez años que en parte se emplearon para canjear otros más antiguos que hubieran vencido este mismo 2014. Con un cupón de tan sólo el 2,75%, la demanda fue superior en más de dos veces al importe finalmente adjudicado y un 59% de los papeles fueron a parar a manos de inversores internacionales.

Con estas promesas del presidente del BCE, el italiano Mario Draghi, como telón de fondo, el éxito del Tesoro se repitió en múltiples ocasiones durante todo el verano. Más importe captado que lo previsto en la mayoría de ocasiones y casi siempre a tipos que desbancaban automáticamente los récords a la baja conseguidos en emisiones inmediatamente anteriores. En muchos casos, el coste para las arcas públicas se situaba como el más bajo de la historia del Tesoro o como el más amable desde el estallido de la actual crisis financiera.

En el mes de agosto llegó otra de las muchas situaciones insólitas que este año se han vivido en el mercado secundario de deuda soberana. Por primera vez las letras españolas a tres meses marcaron tipos negativos. Y todo en plena canícula estival que con frecuencia rebaja los volúmenes de negociación de los mercados y previéndose como finalmente ocurrió la suspensión de algunas subastas dado el buen ritmo emisor que el Tesoro había gozado desde principios de año prácticamente sin interrupción.

Los inversores llegaron a asumir tipos en su contra de hasta el 0,02% por hacerse con los papeles a más corto vencimiento de cuantos emite el organismo financiador del Estado. No obstante, apenas unas semanas después, el Gobierno revisaba el procedimiento de adjudicación de estos papeles para evitar daños al inversor minorista, cada vez más presente en las subastas de deuda. Los analistas tan sólo barajaban dos opciones para haber llegado a esta situación: previsiones de deflación a corto plazo o técnicas de compleja negociación por parte de los bancos más poderosos que a la larga terminan aportándoles cuantiosas rentabilidades a su favor.

Seis meses antes, aprovechando la mejora de Moody’s y el interés de los mercados en los rangos a más corto vencimiento, el Tesoro se decidió a estrenar una nueva referencia a nueve meses de vida. Con el objetivo de sustituir las viejas emisiones a 18 meses, se emitieron 3.115 millones de euros a este plazo con una rentabilidad media del 1,144%. Los nuevos papeles se convirtieron en protagonistas de aquella emisión, alcanzando un 78% de todo el importe colocado en los distintos tramos y con una demanda que se colocó 2,3 veces por encima de lo adjudicado.

Mucho más cerca en el tiempo ha tenido lugar un nuevo estreno. En este caso, con vistas al más largo plazo. El primero de septiembre, el Tesoro se atrevió por primera vez en su dilatada historia con una emisión de bonos a 50 años. De nuevo gracias a un pacto con las entidades creadoras de mercado, se colocaron 1.000 millones de euros en este nuevo y extenso tramo a un cupón anual del 4%. Una cifra que no hace tantos meses se hubiera quedado incluso por debajo de lo que el mercado exigía para comprar deuda española a una década.

Apenas dos semanas después se produjo un nuevo estreno: el del bono a tres años. En el lanzamiento de esta referencia a medio plazo se consiguió recaudar un total de 3.572 millones de euros a un tipo de interés medio del 0,565%. Unos costes perfectamente asumibles por un Tesoro que tuvo la capacidad de quedarse sólo con las mejores pujas presentadas, ya que la demanda global de estos nuevos papeles casi duplicó el importe que finalmente fue adjudicado, al haber sumado las solicitudes un total de 6.800 millones de euros.

La última de las nuevas referencias por las que ha optado el Tesoro para diversificar su cartera de emisiones ha sido la de bonos referenciados a la inflación de la Eurozona. En este segmento, España ya ha cerrado tres subastas sindicadas en las que ha conseguido una creciente acogida por parte de los inversores internacionales. En el mes de mayo tuvo lugar la primera colocación, por 5.000 millones. En julio llegó la segunda, con 1.004,12 millones de euros adjudicados si bien la demanda superó en 3,7 veces este umbral. El pasado octubre se encontró dueño para otros 5.000 millones en estos papeles, esta vez con vencimiento a cinco años y un cupón real del 0,55%.

El creciente apetito internacional por estas nuevas emisiones, si bien en las últimas semanas se ha debilitado un poco por el recrudecimiento de las tensiones geopolíticas y algunos negativos datos macro publicados a ambos lados del Atlántico, se deja notar también para las compañías españolas. La vuelta a la deuda pública ha abierto las puertas del mercado de financiación mayorista a muchas corporaciones que se han lanzado a coloca sus propios papeles y conseguir así un más saludable perfil de deuda o bien a dotarse de los fondos necesarios para sus retos de expansión más inmediata.

Así se explica que Telefónica haya sido capaz de emitir deuda al coste más bajo de su historia. La gigante presidida por César Alierta logró en octubre encontrar dueño a bonos por 800 millones de euros y 15 años de vencimiento a un insólito cupón anual de sólo el 2,932%. Otra gigante de la Bolsa española también ha roto records: Iberdrola ha cerrado una emisión de bonos por 500 millones de euros a diez años con un cupón del 1,875%, el más bajo requerido hasta la fecha a una compañía española para emitir a una década. Incluso las firmas de perfil más modesto no han perdido la ocasión y se han embarcado en múltiples emisiones en el recientemente creado Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF).

Un renovado clima que se ha dejado sentir también en otros países como Portugal, especialmente desde el rescate de Banco Espírito Santo ahora reconvertido en Novobanco, Italia y Grecia. Si bien en este último el reciente pulso del Gobierno por salir del programa de tutela de la Troika antes de lo previsto ante las presiones de los partidos de izquierda ha evaporado buena parte de los avances. Un rumbo alcista que también se ha dejado sentir en renta variable. Aunque con menor intensidad y más titubeos, los principales índices europeos de Bolsa se aproximan a final de año con unas perspectivas mucho más halagüeñas que al término del ejercicio anterior.

Más información