Los cineastas españoles no quisieron quedar muy atrás. Se fueron hacia el desierto de Tabernas, en Almería, único en Europa, a rodar sus versiones no tan exitosas como las del dúo Leone en la dirección y Ennio Morricone en espectaculares bandas sonoras.
En Cuba, a finales de los 60s, pocas cintas de habla inglesa y canciones de igual categoría se veían y escuchaban. Irrumpió con fuerza de tsunami el cine español como contrapartida del okey por el vale. Junto a filmes taurinos y musicales llegaron a la pantalla grande algunos “oestes”.
Manos torpes (1969), dirigido por el madrileño Rafael Romero Marchent, fue uno de ellos e hizo historia además de aceptable taquilla, pero lo más importante en lo primero. Por innovar, hasta presentaron a un chino pistolero cazarrecompensas.
Al instante, el cubano añadió al lenguaje coloquial el calificativo de “manos torpes”. Era empleado hasta para una mala gestión en las piruetas del sexo, incapacidad ante cualquier actividad o críticas al quehacer de algún que otro funcionario gubernamental.
Lo menos que hubiera imaginado Romero que su largometraje perduraría en generaciones de cubanos como elemento de evaluación sociológica y no como arte cinematográfico. Todavía los hay ya ancianos que la emplean a cada rato.
Y al joven que pregunte por tan curioso apodo, habrá que contarle la película. Ojalá la hayan podido ver por tv en estos días en la sección Senderos del oeste que nos ha recordado los “manos torpes” que tenemos a bordo en esta isla fondeada en el Caribe.
