Hoy toca hablar de Presupuestos, la noticia principal de un

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Hoy toca hablar de Presupuestos, la noticia principal de un

Hoy toca hablar de Presupuestos, la noticia principal de unas portadas que destilan pesimismo debido a su austeridad, con el añadido de que su presentación haya coincidido con la rebaja de calificación a la deuda española de Moody’s, con lo que España pierde la ‘triple A’ y “abandona la Primera División de las finanzas mundiales, a la que pertenece un selecto club de 14 países”, según la negra interpretación de Pedrojota.

A ningún diario le convence el Presupuesto. Todos inciden en el drástico recorte en inversiones, especialmente en infraestructuras, y lamentan que el paro y la deuda se ‘coman’ la mayor parte del dinero. El País explica el motivo de su disgusto: las cuentas buscan la estabilidad financiera, pero es dudoso que sirvan al crecimiento y al empleo. El de Prisa cree que se podría debatir en el Congreso “si las prioridades en los recortes del gasto son las adecuadas o si es posible reducir el déficit con otras políticas que salvaguarden la inversión en educación e infraestructuras a cambio de suprimir unidades administrativas, imponer un recorte drástico del gasto de las autonomías, reducir casi a cero los gastos fiscales y limitar el fraude fiscal”, pero que no se hará porque requiere “un esfuerzo de negociación y capacidad persuasiva que el Gobierno no está en disposición de hacer.

Y para desengrasar una de enfrentamiento entre medios, que tanto morbo provoca, esta vez entre La Gaceta y El Mundo a cuenta del juicio a Carlos Dávila por llamar cocainómano a Marichalar. Dice Dávila en el ‘billete’ que coloca en portada que “Marichalar y algún colega han llegado aún más lejos que el propio juez 27 de Madrid, no sólo en la definición del presunto delito que presuntamente cometimos en la revista Epoca, sino en la expresión de pena que, de condenarnos, nos caería tanto a Eugenia Viñes como a mi mismo” y aconseja a “los cariñosos colegas” de El Mundo acudir al artículo 209 del Código Penal que atribuye a la injuria “grave pena de multa de seis a 14 meses y, en otro caso, de tres a siete meses. Ni una palabra de cárcel”. “Me la juego a que no rectificáis. Es lindo que los colegas quieran terminar con nosotros antes que nuestros persecutores”. ¿Habrá respuesta?

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