La Habana
Miren ustedes la vigencia del filme de 1966, La muerte de un burócrata.
Añadido a ese actuar tenemos también, siempre en plan protección, el don de no asumir responsabilidades porque para ello está quien se ubica por encima de nosotros. Sin ir muy lejos, el culpable. Una “metodología” infalible, casi segura de salir absuelto en un juicio ordinario. Ahí tenemos a mano el tema bloqueo imperial como trinchera. Ya sobresaturado en voz de algunos.
Me lo explicó en su tiempo allá por los 80s del siglo pasado, un general del Ministerio del Interior que, frasecita muy de moda, que si no es así recomiendo vean el Noticiero de la Televisión Cubana, “gracias a Dios” aún vive aunque ya retirado de trajines militares.
Alguien reprende a una empleada de limpieza que no lo hace bien por el pésimo estado de sus utensilios. Ella se justifica con el jefe de servicios que no se los proporciona. El otro, al administrador, que su vez se lo carga al municipio. El de esa instancia no pierde tiempo para remitir la responsabilidad a la dirección provincial. Y desde esa instancia sigue subiendo el problema cuidado no hasta la mesa del ministro quien debe preguntarse a sí mismo: ¿Y yo qué diablos tengo que ver con eso?
Al listado de faltantes habrá que agregar la escasez de responsables. Ignoro si a esto también se le podría llamar “distorsiones”.
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