A las puertas de uno de los festejos tradicionales más oscuros e inciertos de la historia patria, porque motivos existen a las dos manos ante una situación multifacética que las autoridades se empeñan en edulcorar como “compleja” cuando más crítica hay que mandarla a confeccionar con especialistas consagrados en desgracias.
Los empresarios privados, sobre todo aquellos cuyos negocios requieren de la presencia humana, lo saben y padecen también. Por ello, le dan la cara al reto y a la caja contadora. Desde ya inflan muñecos alegóricos y preparan ofertas con dos objetivos recurrentes: ganar y servir.
Desde fuera de la isla, familiares y amigos se preparan para ello con las mejores intenciones. Junto al paquete enviado, cargado de repelentes, linternas recargables, leche en polvo, vitaminas, medicamentos para fiebres, dolores articulares, antibióticos y demás insumos de subsistencia, están llegando turrones navideños con el propósito de ganar en salud, bienestar momentáneo y de paso recordar mejores tiempos con una porción de jijona o alicante en las papilas gustativas.
Conozco de amistades que ya han fijado las reglas de juego para esos días. Pasarlo en la mayor intimidad posible. Nada de salir a la calle con esos precios tan elevados y mucho menos recibir en casa a quien, sin descanso en la oratoria, no cesará de hablar de lo mismo, de lo jodido que estamos antes y después de las doce de la noche.
Y lo más triste de estas jornadas, que el venidero año no apunta a nada alentador. Como dice ese conocido son, “para el alma divertir”.







