La Justicia pone en aprietos a los ‘viejos enemigos’ de Rajoy

Detrás de la cortina

La Justicia pone en aprietos a los ‘viejos enemigos’ de Rajoy

El presidente del Gobierno 'suelta' lastre para encarar el fin de la legislatura

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno

Siguen las filtraciones relacionadas con el ‘caso Lezo’, el penúltimo escándalo de corrupción que afecta al PP de Madrid, en particular, y al partido en toda España, en general. El penúltimo porque seguro que habrá -que hay- unos cuantos más en las récamaras de las facciones enfrentadas. Ese es el último rumor que corre estos días por la capital de España, en las mesas y manteles de los diletantes. Que una facción del partido de Mariano Rajoy quiere acelerar la entrega de unas cuantas ‘cabezas’ amortizadas para dar la sensación de que se lleva a cabo una ‘operación limpieza’ de corruptos, de tal modo que se establezca un cinturó de seguridad en torno a aquello, y a aquellos que verdaderamente importan. Ya saben lo que pasa con estas conversaciones. Están llenas de potenciales y de afirmaciones que no requieren mayor demostración. Se trata de divertidas especulaciones, de teorías conspirativas para pasar el rato. Y nadie se molesta, por supuesto, en presentar la más mínima prueba que sustente todas estas probables majaderías.

Al fin y al cabo, como afirman estas lenguas viperinas que mienten siempre hay algunas preguntas que estarían por responderse. Por ejemplo, ¿saben ustesdes en qué se parecen los políticos conservadores que últimamente han mordido el polvo o están en capilla para hacerlo? ¿Cuál es la característica común a todos estos pobres diablos -y diablesas- qué están a punto de convertirse en papilla sometidos al tratamiento poderoso de las trituradoras judiciales? Pues, o así contesta esta pandilla de lenguaraces embusteros, que todos fueron, o son, enemigos declarados del presidente del Gobierno. Personajes de otros tiempos y de otras cuerdas. A saber, primero la insaciable lideresa que se lo quiso ‘vendimiar’ en un Congreso del partido. Ya saben, Esperanza Aguirre y sus ‘aguirristas’ –Ignacio González, Fancisco Granados y compañía…-, viejos rivales que le intentaron hacer sombra en la lucha por el poder. Ahí encajaría también Rodrigo Rato. El hombre a quien José María Aznar no eligió para sucederle, a pesar de que era el favorito. Por el camino tampoco pasa nada si caen algunos ‘amiguetes’ del ex presidente de honor del partido como aquel tal Miguel Blesa, que por ahí anda. Todavía libre, pero sin poder

Luego hay otros antiguos y presuntos traidores a la causa. A la causa de Rajoy, claro. Su viejo amigo Eduardo Zaplana y su viejo enemigo Angel Acebes. Uno fue portavoz del partido y otro secretario general en los viejos tiempos aquellos en que el pobre presidente era sólo el jefe de la oposición. De una oposición, además, cuya única misión era lavar el honor de Aznar. Demostrar que la victoria de José Luis Rodríguez-Zapatero, no fue limpia. Dejar claro que aquel horrible atentado que sacudió la Villa y Corte muy pocos días antes de las elecciones generales, no tuvo nada que ver con la famosa fotos de las Azores. Toda aquella monserga de las teorías de la conspiración del 11M, los peones negros y demás, faltas de respeto a la historia y a la memoria de los pobres españoles que volaron aquel día por los aires.

Y también en ese mismo listado de caídos en combate, o a punto de caer, hasta los hay que hablan de algún visir que quería ser ‘Califa en lugar del Califa’, antes Alberto Ruiz Gallardón, ahora Cristina Cifuentes, la rosa tatuada. Y acaso también las ambiciosillas de turno, que serían una tal María Dolores de Cospedal, siempre con la soga de Luis Bárcenas al cuello, y la ‘vice’, Soraya Saénz de Santamaría, que ahora sin el altavoz de las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros y ‘caso Acuamed’ mediante, tiene un pérfil más que bajo subterráneo. Ideal para sobrevivir en el fango de la cuestión catalana. Y con la espada de un tal Damócles sobre sí. Por aquello de que si le sale mal será culpa de ella y si le sale bien, que todo es posible, habrá sido otro triple desde el medio campo del genial estratega gallego.

Y entonces, ¿todo este lío de Julio Ariza, la cinta y el chantaje? Pues también tiene su explicación, porque los enemigos intentan defenderse. Y ya se sabe que Pedro J. Ramírez, el director y máximo responsalble de ‘El Español’, el periódico digital que ha sacado la exclusiva, no es, precisamente, un gran amigo de Rajoy. Ni tampoco lo era Federico Jiménez Losantos, al que no sabemos si situar en Vox o de regreso a la ‘casa azul’, después de haber jurado que jamás volvera a votar por Albert Rivera, al que sitúa de la mano de Rita Maestre en su última e hilarante columna. Todo por un quitáme ese asunto del Valle de los Caídos, que funciona como excelente cortina de humo. Claro que, al sabio gallego que vive en La Moncloa, cuando necesita cortinas de humo en lugar de crecerle los enanos, le crecen los ciberataques masivos a empresas, como dice algún bromista de mal gusto de esos que no saben callar.

Así que a este paso, como bromeaba no hace mucho algún buen amigo, habrá que estar atento, porque como empiece a correr el banquillo cualquiera con un carnét del PP en el bolsillo puede acabar de ministro. Va a faltar gente. No tanto porque no haya militantes ‘limpios’ en la filas de la derecha, que los debe haber a expuertas. Más bien, porque empieza a ser necesario ser muy valiente, o muy inconsciente, para sentarse al lado de Rajoy. No vaya a ser que el líder supremo malinterprete cualquier gesto y el agraviador bienintencionado acabe de patitas en Siberia, o en la Audiencia Nacional, que viene a ser poco más o menos, pero sin incómoas tundras heladas. Ya decían unos tertulianos de una ‘tele’ con muchos ‘cascabeles’ que con lo que cae no hay ningún concejal en España que se atreva a estampar su firma en un papel. Ni en un contrato. Porque como decía una ex ministra socialista, de los tiempos de Felipe González, se equivoca uno en la gestión y le ponen en la puerta del trullo. Claro que una cosa es ‘equivocarse’ y otra repartir prebendas a la familia y los amigos. Que será muy humano y muy español, pero le sienta fatal al pueblo soberano. Todo por envidia, desde luego, porque aquí si uno no pilla, prefiere que no pille nadie.

Total que, al final, según los rumorólogos de guardia, lo que pasa es que no nos hemos enterado de la verdadera naturaleza de la maniobras que se estarían produciendo en el interior del PP. Un programa de regeneración democrática forzosa impuesto con mano firme por el gran presidente gallego, que saldrá de esto más limpio que una patena, y se irá de La Moncloa cuando quiera y como quiera. Más por aburrimiento que otra cosa. Ya se lo dijo a las claras esta semana a los periodistas, que esto de que le preguntaran todos los días no podía ser. Que no está el para facilitarles el trabajo precisamente con todos los líos que tiene ahora que su amiga Angela Merkel, por fin se ha dado cuenta de quién es la aútentica estrella del PP europeo. Eso sí. A sus independentistas que no se los toque nadie que lo mismo le hacen falta para presidir una comisión de investigación. Aunque si hay que sustituirles, ahí tenemos a ese diputado canario, a ese providencial Pedro Quevedo, que fue en las listas del PSOE, que lo mismo vale para un roto que para un descosido.

Por cierto, ¿no tendría algún socialista que explicar los motivos por los que este militante de Nueva Canarias fue incluido en sus listas con plena libertad de voto? Parece que Quevedo no es socialista, pero los de Compromís, que están en el mismo caso, sí que son de Podemos. Y aquí todo el mundo tiene que explicar, o explicarse, por ese mal gesto de Carles Mulet, el senador del partido valenciano que rajó la foto de Susana Díaz, menos la ‘jefa’ del partido del susodicho. Una tal Mónica Oltra, que, miren ustedes por dónde es la vicepresidenta de un gobierno presidido por Ximo Puig, un ilustres ‘susanista’ que tampoco ha dicho esta boca es mía. En fin, que en este asunto del PSOE, sus alianzas de Gobierno y sus listas, mejor no meterse muy a fondo. Es tan oscura y procelosa la sima abisal que nadie quiere recordar aquella lista en la que iban Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez. Sólo Rafael Simancas, que se quedó sin ser presidente de la Comunidad de Madrid por un par de votos. Justo los de estos dos tránsfugas, cuya traición sirvió para que se estableciera en la capital la animada ‘corte de los milagros’ de la lideresa Aguirre.

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