Israel Rojas y Mariana Camejo: la mecha y la dinamita

Desde el Malecón

Israel Rojas y Mariana Camejo: la mecha y la dinamita

Una conversación entre un artista comprometido y una joven periodista reabre el debate sobre el papel de los medios en Cuba.

Libertad de expresión
Libertad de expresión
Una reciente entrevista difundida por el medio independiente La Joven Cuba ha generado un intenso debate en torno al ejercicio del periodismo libre y la capacidad de los medios para reflejar la diversidad de opiniones en la isla. Un reconocido artista y una joven entrevistadora protagonizan un momento que muchos consideran un punto de inflexión.. Debo confesar un par de cosas y prometo ser lo más breve posible porque una de las reglas de oro de esta profesión tan maltratada consiste en evitar escribir cuando uno se encuentre ofuscado o ardiendo por dentro. Y es mi caso ahora mismo, que de no sumarme a la avalancha de comentarios he pasado a hacerlo con mi punto de vista. Primera cosa. Celebro enormemente esa entrevista realizada por el medio no oficial La Joven Cuba por ambos bandos. Tanto por el entrevistado, un consagrado artista comprometido de pies a cabeza, y como la entrevistadora, muy profesional a pesar de su juventud. Segunda cosa. Excepto en la República Popular Democrática de Corea, con muy poco de popular y de democrática, en cualquier lugar de este mundo donde se respete el derecho a la libre opinión en la prensa, que ya se sabe no lo es tanto por los poderosos intereses que la empaquetan, la entrevista hubiera sido una más del día a día. Naturalmente, con merecido destaque dado su contenido e importancia de actualidad. La receta es compleja y sencilla al mismo tiempo, como en esa variante culinaria denominada agridulce. Dos ingredientes no deben faltar: alguien que sin tapujos exponga sus criterios libre y responsablemente; y una contraparte que sepa respetarlos y que, además, sus responsables superiores sepan aceptarlos y publicarlos sin el menor asomo de temor por eso tan socorrido “de el qué dirán” o quién o quiénes podrían molestarse. Vivo convencido que ese escenario algún día llegará a nuestra prensa, que aduladores y falsos periodistas dejen libre el camino. El país y sus gentes lo necesitan y no acudo a Martí porque, como decía mi abuela, “dios es muy grande”.

Una reciente entrevista difundida por el medio independiente La Joven Cuba ha generado un intenso debate en torno al ejercicio del periodismo libre y la capacidad de los medios para reflejar la diversidad de opiniones en la isla. Un reconocido artista y una joven entrevistadora protagonizan un momento que muchos consideran un punto de inflexión.

Debo confesar un par de cosas y prometo ser lo más breve posible porque una de las reglas de oro de esta profesión tan maltratada consiste en evitar escribir cuando uno se encuentre ofuscado o ardiendo por dentro. Y es mi caso ahora mismo, que de no sumarme a la avalancha de comentarios he pasado a hacerlo con mi punto de vista.

Primera cosa. Celebro enormemente esa entrevista realizada por el medio no oficial La Joven Cuba por ambos bandos. Tanto por el entrevistado, un consagrado artista comprometido de pies a cabeza, y como la entrevistadora, muy profesional a pesar de su juventud.

Segunda cosa. Excepto en la República Popular Democrática de Corea, con muy poco de popular y de democrática, en cualquier lugar de este mundo donde se respete el derecho a la libre opinión en la prensa, que ya se sabe no lo es tanto por los poderosos intereses que la empaquetan, la entrevista hubiera sido una más del día a día. Naturalmente, con merecido destaque dado su contenido e importancia de actualidad.

La receta es compleja y sencilla al mismo tiempo, como en esa variante culinaria denominada agridulce. Dos ingredientes no deben faltar: alguien que sin tapujos exponga sus criterios libre y responsablemente; y una contraparte que sepa respetarlos y que, además, sus responsables superiores sepan aceptarlos y publicarlos sin el menor asomo de temor por eso tan socorrido “de el qué dirán” o quién o quiénes podrían molestarse.

Vivo convencido que ese escenario algún día llegará a nuestra prensa, que aduladores y falsos periodistas dejen libre el camino. El país y sus gentes lo necesitan y no acudo a Martí porque, como decía mi abuela, “dios es muy grande”.

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