Le pasé la encomienda a Reinaldo Montero, mi amigo de la infancia, para que intentara dar con el paradero del “mantillero” buscado preferiblemente vivo. Si de confesiones se trata, debo reconocer que, sin saberlo, estaba asistiendo a un nacimiento, que el propio Padura ha evaluado en su último texto como “la casa con la que trabajo desde hace casi treinta años y que tanto ha hecho por mi producción literaria”.
Y gracias a otro amigo, colega español, ha llegado desde Madrid a mis manos la más reciente obra del escritor, bajo la sombra de Tusquets: Ir a La Habana (octubre 2024), un texto inundado de vivencias, pormenores, pasajes de su obra seleccionados por su inseparable Lucía, relatos, testimonios de Padura y gráficas de Carlos T. Cairo en 324 páginas para disfrutar, entender y meditar acerca de La Habana y sus gentes.
Para un osado inexperto en críticas literarias tal vez algunos de los personajes habituales del autor, incluyendo al propio Mario Conde en su época de sobrevivencia vendiendo libros en plena calle, la recomendación más acertada sería: “Este libro no tiene desperdicio alguno”.
A otros más exigentes, el auxilio me lo entrega el propio volumen cuando en su solapa intervienen consagradas autoridades. Acudo, pues, a ese amigo que nos hizo llegar Ir a La Habana. No es otro que José Manuel Martín Medem, ex corresponsal de RTVE en Cuba, cuando suscribe que “Padura ya es el mejor escritor contemporáneo de su país, y uno de los más importantes de Hispanoamérica”.
De tal modo, gracias hasta Madrid, José Manuel; gracias hasta Mantilla, Padura.
Vengan todos a La Habana que advertidos e invitados están…
