¿Cómo funcionan las primarias presidenciales estadounidenses?

¿Cómo funcionan las primarias presidenciales estadounidenses?

Hillary Clinton, candidata a las primarias del Partiddo Demócrata

Se trata de un proceso de votaciones que comienza el 1 de febrero y finaliza en el verano con las Convenciones Nacionales de los dos grandes partidos. El presidente de un partido designa a través de su dedo ‘divino’ al que va a ser su sucesor que una vez en el cargo se hace fuerte y resulta inamovible. Los ‘barones’ de otro partido conspiran para quitar y poner a secretarios generales que, a su vez, se atrincheran en su puesto realizando nombramientos y destituciones sin más criterio que el de la lealtad personal. Todo ello, por decirlo de una manera educada, sin tener en excesiva cuenta a las bases. Quizá alguna de estas situaciones les resulte familiar.

Precisamente para evitar todo eso, hace ya más de un siglo surgió en Estados Unidos el sistema de elecciones primarias. Se trató de una reacción en contra de la fortaleza de las organizaciones partidistas y, más aún, de su férreo control a la hora de seleccionar candidatos. Así, en 1899 se celebró en Minnesota la que se considera la primera elección primaria a nivel estatal; mientras que la primera de carácter presidencial se organizó en Florida en 1901.

Un proceso que debió satisfacer a los ciudadanos estadounidenses si tenemos en cuenta que desde entonces, este sistema se ha extendido a la selección de candidatos para las elecciones federales, estatales y locales, y que son organizadas por la propia administración pública, pese a tratarse de la elección de candidatos partidistas.

Pero sin duda, la más relevante de todas estas elecciones primarias es la de los candidatos a presidente de los EE.UU. En ella, son los electores quienes escogen quienes serán los contendientes finales; generalmente tras haberse inscrito como votantes de uno u otro partido, aunque hay excepciones donde no es necesario como es el caso de Dakota del Norte.

Así, en una sucesión de primarias estatales que comienza en las primeras semanas del año electoral, se escogen delegados para la convención de los dos principales partidos que, a su vez, se celebran durante ese mismo verano. En este caso, la Convención Nacional Republicana tendrá lugar entre el 18 y 21 de julio en el “Quickens Loan Arena” en Cleveland, Ohio; mientras que la Convención Nacional Demócrata lo hará entre el 25 y 28 de julio en el “Wells Fargo Center” y en el “Pennsylvania Convention Center” en Philadelphia.

Fechas y lugares de celebración que dan idea de la magnitud y espectacularidad de ambos eventos. En ellos, el aspirante que ha ganados las suficientes primarias estatales como para obtener una mayoría de delegados es nominado formalmente como candidato presidencial.

Un proceso así descrito que en apariencia resulta bastante sencillo, pero que, en realidad, es un poco más complejo de lo que parecería en esa primera impresión. Para empezar, el método de asignación de delegados no es único. Si bien, en la mayoría de estos procesos, los delegados de cada estado son designados proporcionalmente al porcentaje de votos que ha obtenido cada candidato; también aquí existen excepciones. Por ejemplo, en el caso del Partido Republicano existen Estados en los que, al igual que en las elecciones presidenciales, el candidato que gana “se lo lleva todo”. Es el caso por ejemplo de Nueva York, donde quien se alza con la victoria obtiene todos los delegados. Mientras que por lo que respecta al Partido Demócrata, aunque desde 2006 los delegados son seleccionados de forma proporcional, los candidatos que han obtenido menos de un 15% quedan excluidos de obtener representantes.

Además, el número de delegados que corresponde a cada estado no es ni mucho menos fijo. Éste se calcula en base a una serie de factores como, en el caso de los demócratas: la proporción de votos que cada estado proporcionó a su candidato en las últimas tres elecciones presidenciales; el número de votos que le corresponden a la hora de elegir al presidente en el “Colegio Electoral”; o la fecha en que celebran las primarias ya que, como veremos, se tiende a incentivar que los Estados elijan retrasarlas dentro del calendario previsto. En el caso de los republicanos, todavía existe mayor discrecionalidad a la hora de determinar el número de delegados que corresponderá a cada Estado.

Respecto al método de elección, sucede tres cuartas partes de lo mismo. Aunque lo más normal es que los electores simplemente acudan a depositar su elección en una urna, algunos Estados utilizan un sistema conocido como “caucus” por el que se selecciona a los delegados en distintas fases. Este es el caso, por ejemplo de Iowa, que además es el primero en realizar primarias. En concreto, este año tendrán lugar el 1 de febrero.

Los caucus se caracterizan porque los electores se reúnen en recintos como bibliotecas, colegios, iglesias o incluso domicilios particulares para debatir sobre qué candidato apoyar y, en función de eso, elegir delegados para la convención del condado que les corresponde. A su vez, en estas 99 convenciones, una por condado, se eligen delegados para la “Convención Estatal”. Y, a su vez, es en esta última donde finalmente se elegirá a los delegados para la Convención Presidencial.

Hay que destacar también que las elecciones de Iowa, junto con las de New Hampshire que son las siguientes en celebrarse -este año el 9 de febrero-, resultan providenciales a la hora de determinar el resultado final. El motivo es que, al ser las primeras en celebrarse, los resultados de esas dos elecciones reciben gran atención mediática y el ganador tiende a ser considerado, a partir de ese momento, como el gran favorito de su partido. Además de obtener la victoria en delegados, el aspirante se hace así con lo que se conoce como el ‘momentum’ político.

Una circunstancia que ha levantado muchas críticas dada la influencia que obtienen los primeros Estados en celebrar primarias pese a que, por ejemplo, en el caso de Iowa, tan sólo supone un 1% de los delegados y además no es considerado un territorio representativo del resto del país. Además, dado el particular sistema de elección que hemos descrito, la dinámica es muy diferente a la que se da en los procesos de primarias ‘más convencionales’.

En los caucus, los candidatos con una base de seguidores más ferviente tienden a salir beneficiados. Es decir, suelen beneficiar a los aspirantes que mejor conectan con las bases, pero no necesariamente con el votante medio. Recordemos que en estos procesos, los electores no se limitan a depositar su voto en la urna, sino que existen debates previos a las votaciones; en algunos casos tan curiosos como la división en grupos de los simpatizantes de cada candidato que dispondrán de un tiempo para intentar convencer a las otras agrupaciones de seguidores, así como a los indecisos.

Por el contrario, los defensores de estas primeras primarias tienden a resaltar las ventajas que se derivan en relación de ser esa suerte de ‘indicador adelantado’. Destacan como factor positivo que suelen funcionar como sistema de criba para que los candidatos con menos opciones se vayan retirando. Además, arguyen que ponen relieve falencias de los candidatos que quizá no habría ocasión de que saliesen a la luz si todas las primarias se concentrasen en una misma fecha. No obstante, como decíamos anteriormente, para que no se produzca una competición entre Estados por obtener una mayor influencia adelantando las primarias, se compensa a aquellos estados que retrasen sus primarias con un mayor número de delegados. También para que la elección del candidato no esté completamente decidida con demasiada antelación.

La gran fecha clave de todo el proceso de primarias es quizá, no obstante, el conocido como “súper martes” que este año se celebrará el 1 de marzo. En esta fecha, hasta 15 Estados celebrarán sus primarias incluyendo a alguno de los más importantes por el número de delegados que asigna, como Texas. Así, después de esta fecha ya es posible en la mayoría de los casos tener una idea bastante acertada de quien se alzará con la victoria final… salvo en casos como el de las últimas primarias demócratas en 2008, dada la gran igualdad que entonces se dio entre Obama y Clinton.

Una gran igualdad que puso en primer plano a la figura que completa este panorama descriptivo de las primarias para complicarlo todo un poquito más. Se trata de los conocidos como “súper delegados”. Estos son una serie de individuos que tienen el derecho de acudir a la convención nacional como cargos electos -o en el caso demócrata incluso como antiguos cargos electos aunque ya no desempeñen ninguna función en la actualidad- del partido. Y, he aquí lo verdaderamente relevante, a diferencia del resto de delegados, sin que su voto deba guardar relación alguna con los resultados de las primarias estatales.

Esta circunstancia levantó una gran polémica en 2008, ya que al representar en el caso demócrata hasta en torno al 20% de los delegados, y dada la igualdad mencionada, se temía que alterasen los resultados de las primarias. No obstante, los “súper delegados” votaron en el mismo sentido que el resto y se respetó así la voluntad manifestada por la mayoría de los electores a lo largo de todo el proceso que, como hemos visto, resulta tan complejo como apasionante.

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