El nuevo primer ministro del Gobierno francés, Jean-Marc Ayrault, ha asegurado que el Ejecutivo de François Hollande tiene un firme compromiso con el cumplimiento de los objetivos de déficit pactados con Europa. Y para cumplirlos no dudará ni en subir los impuestos ni en congelar el gasto público.
Los actuales responsables económicos galos, por lo tanto, aspiran a cerrar el presente año con un déficit público del 4,5% tras haber terminado 2012 con un 5,2%. En 2013, además, el guarismo debe situarse en el 3% para despejar el camino hacia el equilibrio fiscal que tendría que alcanzarse en 2017. Aunque no a cualquier precio.
Lo que no habrá son recortes, al menos en principio, ni tampoco ajustes presupuestarios en las partidas correspondientes a los servicios de la deuda o las pensiones. Pero los funcionarios tendrán que renunciar a las subidas de sueldo paralelas a los incrementos de los precios de las que habían gozado hasta ahora. Tampoco se aumentará a medio plazo la oferta de empleo público.
Aunque las desviaciones de los objetivos de déficit previsto se compensarán siempre con subidas temporales de los impuestos, algunas de las cuáles se anunciarán esta misma semana, según insinuó Ayrault, porque los números previstos para 2012, por el Gobierno anterior que presidía Nicolas Sarkozy resultan ahora casi imposibles de cumplir.
