El senador por Vermont ha empezado a enviar señales de su disposición a reconocer la candidatura de la exsecretaria de Estado y ayudarla derrotar a Trump No resultaba ni mucho menos una jornada decisiva, después de que Hillary Clinton consiguiese la mayoría de delegados que necesitaba la semana pasada, pero cerrar con una gran victoria final siempre resulta útil en términos de narrativa y para el consabido ‘moméntum’ político. Incluso en unas primarias como estas, en las que se ha demostado que ese supuesto impulso que otorgan las victorias más recientes ha palidecido contra el factor demográfico.
Así, según ha recordado el analista Nate Silver en su cuenta de Twitter, mientras que Sanders se ha impuesto en 20 de las 30 primarias en las que los votantes blancos no hispanos representan al menos dos tercios de la población; Clinton lo ha hecho en 24 de las 26 en los que no alcanzaban ese porcentaje. Todo ello, en un año en el que hasta 30 millones de personas han participado en las primarias demócratas, lo que sumado a los 30,7 de las republicanas, rompe el récord total de participación que en 2008 había quedado fijado entre 58 y 59 millones de votantes.
Con todo, no cabe duda de que los resultados de anoche en los que la exsecretaria de Estado alcanzó hasta un 78,7% de los votos, su segunda mayor victoria después de la lograda en Misisipi donde llegó al 82,6%, hacen que Clinton culmine esta primera fase de la elección presidencial con un golpe sobre la mesa. Con un resultado como éste, que se suma a sus cinco victorias en siete de las últimas primarias, podrá argumentar que las bases demócratas han comenzado a agruparse en torno a su candidatura.
O lo que es lo mismo, que el apoyo de Sanders que aún se resiste a conceder la nominación a Clinton, si bien importante, podría no ser tan decisivo como para que éste pueda forzar demasiado la máquina. Es decir, el senador por Vermont tendrá que medir bien sus exigencias si no quiere desaprovechar el tremendo capital político que ha acumulado en estos meses.
Sin duda, una formidable plataforma electoral la que ha conseguido construir Sanders quien, según Politico, ha acumulado en estas primarias 12 millones de votos y 1.832 delegados, frente a los 15,7 y 2.219 respecivos de Clinton. Pero, después de una campaña que en las últimas semanas ha agriado su tono, ahora tendrá que medir bien cómo tender puentes hacia la ya casi candidata presidencial para que la base más dura de seguidores del septuagenario, que ha ido contemplando a la exsecretaria de Estado cada vez con mayor animosidad, no abandone al partido demócrata en la votación contra Trump.
Un movimiento que, a su vez, tendrá que combinar con la obtención de esas concesiones que está buscando. Aunque después de todo, esta operación tampoco habría de ser tan difícil como a priori podría parecer ya que, cabe recordar que, la tensión entre Obama y Clinton en las primarias de 2008 fue incluso mayor que en esta ocasión y, como es sabido, ambos acabaron entendiéndose.
Quizá por ello, Sanders ya ha empezado a realizar toda una serie de movimientos que apuntan a la distensión. Así, por ejemplo, en la última semana ha suspendido el envío de mails en busca de aumentar la recaudación de fondos y anoche fue el primer martes de votación en que no convocó un mitin para arengar a sus simpatizantes.
Además, según ha revelado Bloomberg, también habría hecho llegar a través de mail a sus seguidores a los que ha asegurado que si aún no se retira es para influir en la agenda de Gobierno y en el proceso de nominación; en ningún caso para debiitar la posición de Clinton ya que su prioridad es ayudar a ésta a derrotar a Trump.
Una linea en la que incidió también el senador de Illinoois, Dick Durbin, al señalar que Sanders llevará a la Convención un mensaje en el que desafiará a los demócratas a reformar el partido y a abrirse a valores progresistas como la lucha contra la desiguldad, hacer frente a la concentración de poder de los grandes bancos y a la influencia del dinero en la política.
