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Homicidas no confesos por matar el tiempo

El Morro de La Habana

Más allá de la solución de los avatares económicos, piedra angular para un mejor país, en la isla soñada, a la que aspiramos no pocos residentes en ella y unos cuantos que viven más allá de sus fronteras, cuando entre ciudadanos e instituciones aparezca el sentido de la puntualidad, estaremos entonces reiniciando un camino muy necesario una vez rescatadas las manecillas del reloj: el del respeto y valor del tiempo de cada cual.

Mientras tanto, continuaremos malgastándolo y acabando con nuestras dosis de paciencia, que ojalá nunca se agoten y no se apodere de cada uno de nosotros esa espantosa conformidad de que el tiempo no cuenta, que da lo mismo hoy que mañana, que si no es la ocho será a las doce como en  ciertas consultas médicas.

A no dudar, este tema de la impuntualidad no es de extrañar que algunos también se lo carguen al bloqueo imperial, tendencia que con frecuencia  acuden a ello para justificar una ineficiencia carente de límites.

Menos mal que tenemos cada día un gesto o señal de hacer las cosas justo en el debido momento: el Cañonazo de las nueve y la hora exacta en Radio Reloj.

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