Europa tiembla: Alemania comienza 2018 sin Gobierno

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Europa tiembla: Alemania comienza 2018 sin Gobierno

Los comicios fueron el 24 de septiembre de 2017, pero los intentos de formar un Gobierno entre conservadores, liberales y ecologistas fracasaron estrepitosamente el 19 de noviembre.

Angel Merkel y Martin Schulz

El paradigma de la perfección resultó ser un espejismo. Alemania, la potencia que tanta admiración causa en muchas partes del mundo, se ha distanciado de su tradicional cultura del consenso para adentrarse en su mayor crisis política y comenzar el nuevo año sin Gobierno. La incertidumbre se apodera del corazón de una nación que parecía imperturbable. Las previsiones más optimistas auguran que en Berlín no se formará un nuevo Gabinete hasta bien entrado el mes de marzo o incluso en abril. Nunca antes el país había necesitado tanto tiempo para traducir unos resultados electorales en un Ejecutivo de carne y hueso.

Los comicios fueron el 24 de septiembre de 2017, pero los intentos de formar un Gobierno entre conservadores, liberales y ecologistas fracasaron estrepitosamente el 19 de noviembre. Ahora, conservadores y socialdemócratas sondean la posibilidad de reeditar la coalición que gobernó los cuatro años anteriores.

Así las cosas y tras años de amplias mayorías que otorgaban al sistema una gran estabilidad, el mito del ancla alemana se desvanece coincidiendo con una canciller Angela Merkel en sus horas más bajas.

La mujer que desde 2005 dirige ininterrumpidamente los designios de Alemania está condenada a deshacer el entuerto que dejaron las elecciones generales de septiembre, con el Parlamento más fragmentado del último medio siglo y el desembarco del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) como tercera fuerza política.

El caos sobreviene a un país que de un tiempo a esta parte colecciona desastres. El escándalo de manipulación de motores diésel del gigante Volkswagen en 2015 ya hizo temblar los cimientos sobre los que se asientan las más célebres virtudes prusianas.

Más recientemente, el estreno fallido de la nueva vía de alta velocidad entre Berlín y Múnich o el enésimo retraso en la apertura del nuevo aeropuerto de la capital alemana, que debía comenzar a funcionar en 2011 y muchos dudan que lo haga en 2020, alargaron de nuevo la sombra de fracaso que se cierne sobre el país.

Con una economía rindiendo a pleno pulmón y que registra continuos récords de empleo, los esfuerzos se centran en encontrar definitivamente la salida del laberinto.

«Alemania necesita formar un Gobierno estable para cumplir con las grandes expectativas de la Unión Europea (UE). No exagero si digo que el mundo espera que estemos en condiciones de actuar», recalcó Merkel recientemente.

En plena negociación de la salida de Reino Unido del bloque comunitario («Brexit), con las elecciones europeas de 2019 en el horizonte y el Gobierno estadounidense de Donald Trump desequilibrando el tablero global, una Alemania descabezada constituye un riesgo que el mundo no puede permitirse.

¿Hay esperanza? Merkel la tiene. No obstante, es consciente de que se ha convertido en rehén de su propia estrategia.

En más sus más de diez años en el poder, la dirigente se ha ganado la fama de fagocitar a su socio menor en el Gobierno, primero asumiendo las ideas del rival como propias y, después, confirmando la ley no escrita de que una alianza con la canciller pasa siempre factura.

El Partido Socialdemócrata (SPD), formación con la que pretende aliarse nuevamente para formar un Gobierno estable, lo sabe bien. Sus peores resultados históricos los sufrió tras sellar dos coaliciones con Merkel (2005-2009 y 2013-2017), de ahí su renuencia a firmar una tercera.

El partido liberal FDP también vivió en sus propias carnes el efecto, llegando incluso a desaparecer por primera vez desde 1945 del Parlamento durante una legislatura justo al término de la alianza de cuatro años de Gobierno sellada con la conservadora (2009-2013).

Sufrido el escarmiento, no resulta extraño que los partidos políticos se resistan a convertirse en compañero de baile de la mandataria.

Tras la sorpresiva ruptura de negociaciones entre el bloque conservador de Merkel, los liberales y los verdes para cerrar un Gobierno tripartito que parecía encaminado, el SPD se perfila ahora como el aliado de conveniencia perfecto para evitar el peor de los escenarios posibles: una nueva convocatoria electoral.

Merkel confía en poder arrojar luz sobre el futuro del país a mediados de enero. A esas alturas, tanto su bloque conservador como el SPD deberán haber decidido si inician negociaciones para reeditar la gran coalición que ha dirigido el país durante los últimos cuatro años.

Con este panorama, lo único cierto es que independientemente de cómo se solucione la crisis política germana, el partido ultraderechista AfD parece ser el mejor situado para recoger los réditos.

En el país, se teme que una nueva cita con las urnas pueda dar más alas a una formación populista y de tintes xenófobos. Por su parte, la firma de una gran coalición es percibida por muchos como el caldo de cultivo perfecto para que este partido, como primera voz en la oposición, siga ganando adeptos. Con todo, el panorama para 2018 se perfila complicado.

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