En cambio, para agradable sorpresa, usted arriba al Meliá Las Américas pregunta por la dirección de la instalación y en minutos su máximo responsable le pide a usted que fije la hora para el encuentro.
Así ocurrió con una canaria llamada Almudena Rosado Díaz, su joven directora general, ya con varios años en Cuba, y poseedora de un don no muy fácil de encontrar cuando sobre sus hombros descansa la responsabilidad de un hotel con 350 habitaciones que debe funcionar como un mecanismo de relojería. Almudena tal parece que ha sido clonada porque no hay sitio donde no aparezca a cualquier hora de la mañana, tarde o noche.
Con ella crucé pocas palabras. Un saludo de rigor, la mención a viejos amigos conocidos cuando Meliá decidió poner un pie en la mayor de las Antillas (ya van por 30) y, cosa rara en esta profesión, sin cómodas ni incómodas preguntas. Y no fueron pocas las ocasiones en que nos topamos en el camino.
Convencido estoy de que Meliá Hoteles, con presencia en múltiples naciones y consolidada como de las mayores en este mundo, enfrenta en Cuba condiciones atípicas para garantizar su ya conocida excelencia en el servicio, un rosario de adversidades por la dificultad en los insumos, las campañas difamatorias que corren por el exterior, la acción y obra de la burocracia y otros males acompañantes.
A propósito, el Ministerio del Turismo emitió una nota tranquilizante-internacional asegurando que no faltaría la electricidad en ningún centro. Así ha sido.
Meliá ha sido una escuela para no pocos cubanos que ocupan importantes responsabilidades en la cadena. “Todo lo que he aprendido acerca de cómo conducir un hotel ha sido con ellos”, confesó uno de sus directivos que no dudó en mencionar al mallorquín Francisco Camps, ahora por la vecina República Dominicana.
Hay un mérito extraordinario en el quehacer de cada uno de sus empleados en cualquier función. Con la mano derecha al corazón no cesan de saludar y agradecer luego de meses y años donde descansar y dormir placenteramente una noche, son recuerdos del pasado remoto.
Con tal panorama de penumbras, incomodidades y siete dificultades más, se vive hoy por hoy en Cuba. Basta conversar con sus empleados que residen en la cercana ciudad de Cárdenas, pueblos aledaños y en la capital matancera para reconocer que después de una mala noche sin electricidad, en combate frontal con escuadrones de mosquitos, al amanecer el nuevo día no hay muchas alegrías para compartir. Ellos lo padecen y demuestran todo lo contrario con sonrisas y buenos tratos, muy profesionales en su labor.
Y eso, desde el Caribe hasta China, pasando por Sebastopol, se conoce como trabajo en equipo, el famoso “teamwork” gringo. Hay sentido de permanencia y ojalá con el estímulo e incentivo necesarios.
Canadienses, rusos, mexicanos, colombianos, alemanes, españoles, cubanos residentes en Miami y esos con hogar en Cuba que pueden acceder a ese privilegio tras sacar cuentas y marchar a este confortable sitio, me lo han demostrado sin presentarles una credencial de prensa.
Para quienes buscan algo de distingo sobre los demás, que siempre los hay, está The Level en la zona de los bungalós, que incluye un servicio de alto standard y privacidad.
No quedó ausente la posibilidad de comprobarlo en los diversos restaurantes, en el equipo de animación, el servicio de asistencia médica o el de camareras en las habitaciones, los de mantenimiento en su rápido actuar, en la amabilidad de cualquier trabajador con tareas en la playa, dicho sea de paso, una de las mejores del balneario. Y todo esto, con un 80% de ocupación, sin un minuto para el descanso.
Meliá Las Américas resulta un lugar más que recomendable. Diría que de obligatoria visita a una de las mejores playas del mundo. Es una muestra más de la excelencia con la marca Meliá. Pregunten por Almudena, que nunca estará en reunión, sino en contacto directo con su equipo y con cualquier cliente que se le acerque…