Calor
El aumento de las temperaturas globales está transformando drásticamente el clima urbano en Europa. Las tradicionales olas de calor veraniegas se han convertido en temporadas prolongadas que amenazan la salud pública y las infraestructuras. Un estudio reciente ha analizado el comportamiento térmico en 85 ciudades de todo el mundo, constatando que el calor extremo ya no es estacional, sino una constante de varios meses.
Las ciudades mediterráneas encabezan el ranking de urbes con las temporadas de calor extremo más prolongadas. Atenas, la capital griega, registra temperaturas superiores a los 32°C durante 145 días al año, mientras que Tirana (Albania) alcanza los 143 días, seguida de Lisboa con 136 y Madrid con 119.
En promedio, las temporadas de calor en las ciudades analizadas duran 214 días París, Múnich y Varsovia también experimentan olas de calor significativas, aunque más breves
Este fenómeno supone una ruptura del patrón climático tradicional, donde el calor extremo se limitaba a julio y agosto. Ahora, las altas temperaturas comienzan ya en mayo y se extienden hasta octubre.
Según estudios anteriores, el cambio climático inducido por el ser humano ha añadido una media de 30 días de calor extremo al año en la mitad del planeta. La consecuencia directa: 4.000 millones de personas expuestas a condiciones peligrosas.
El número de días con calor extremo se ha duplicado en 195 de 247 países y territorios entre 2024 y 2025
Los efectos sobre la salud son graves: golpes de calor, deshidratación, problemas respiratorios y cardíacos. Las poblaciones más vulnerables, como ancianos y personas con enfermedades crónicas, sufren especialmente esta presión térmica.
El fenómeno conocido como isla de calor urbana agrava aún más esta situación. Las infraestructuras densas, el asfalto y la falta de vegetación hacen que las ciudades retengan mucho más calor que las zonas rurales.
“Las ciudades nunca fueron diseñadas para soportar este tipo de calor”, advierte Kathy Baughman McLeod, directora de Climate Resilience for All
Ante esta realidad, expertos piden rediseñar los entornos urbanos para mejorar la resiliencia: desde aumentar las zonas verdes hasta habilitar refugios climáticos y establecer sistemas de alerta y prevención.
A pesar del aumento de olas de calor y sus efectos, la planificación urbana y las políticas de respuesta siguen siendo insuficientes. La ONG promotora del estudio insiste en que hace falta un cambio de mentalidad.
“No podemos seguir viendo el calor como una parte normal del verano”, subraya Baughman McLeod
Las ciudades europeas tienen ante sí un desafío crítico: adaptarse rápidamente a una nueva realidad climática que amenaza con volverse permanente.
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