Disculpen las molestias

Desde el Malecón

Disculpen las molestias

Ya estamos acostumbrados a que nos pidan disculpas sin muchos derechos a una riposta. Aceptarlas y punto.

Disculpas
Disculpas
Esto de excusarse por afectaciones a multitudes es tan viejo como andar a pie. Aparece en todos los idiomas y hasta a golpe de tambor en alguna que otra aldea perdida en el continente africano. Un comodín para múltiples justificaciones.. Ocurre, de manera ocasional, en cualquier nación del mundo. En Cuba, sin embargo, es rutinario. Tanto que ya estamos acostumbrados a que nos pidan disculpas sin muchos derechos a una riposta. Aceptarlas y punto. El aviso está tan agotado por sobre dosis en su efecto que ya carece de utilidad alguna. Y lo peor, no aparece un sustituto en esa ciencia llamada mercadotecnia o decencia empresarial. Por ahí anda circulando en las redes sociales ese peculiar cartel que colocó la empleada de una farmacia estatal: “Cerrada por fallecimiento de un familiar. Disculpen las molestias”. Todos te piden disculpas. Los del gas, los de recursos hidráulicos con la necesaria agua, los de la electricidad, los cajeros automáticos, Etecsa con los servidores, el Comercio Interior con el retraso de la canasta básica… No falta uno que deba pronunciarse para la nueva mala. Y para ello, las tres palabritas mágicas mañana, tarde y noche. Parece que hasta por contagio. El consulado sueco acaba de cerrar por unos días sin mayores explicaciones. “Rogamos disculpas por las molestias”, informa el aviso. Menos mal que servicios necrológicos funciona más o menos bien si es que poseen combustible porque de lo contrario, ahí estaría el cartelito o el españolísimo mensaje verbal de “vuelva usted mañana” con el difunto, le acompañamos en su pesar y disculpas por la molestia. Nada, que no queda de otra. Habrá que tragarse sin masticar las disculpas si no queremos recibir un infarto cerebro-testicular y que acaben de aceptar que, ante tantos disgustos ocasionados, uno está molesto con casi todo.

Esto de excusarse por afectaciones a multitudes es tan viejo como andar a pie. Aparece en todos los idiomas y hasta a golpe de tambor en alguna que otra aldea perdida en el continente africano. Un comodín para múltiples justificaciones.

Ocurre, de manera ocasional, en cualquier nación del mundo. En Cuba, sin embargo, es rutinario. Tanto que ya estamos acostumbrados a que nos pidan disculpas sin muchos derechos a una riposta. Aceptarlas y punto.

El aviso está tan agotado por sobre dosis en su efecto que ya carece de utilidad alguna. Y lo peor, no aparece un sustituto en esa ciencia llamada mercadotecnia o decencia empresarial.

Por ahí anda circulando en las redes sociales ese peculiar cartel que colocó la empleada de una farmacia estatal: “Cerrada por fallecimiento de un familiar. Disculpen las molestias”.

Todos te piden disculpas. Los del gas, los de recursos hidráulicos con la necesaria agua, los de la electricidad, los cajeros automáticos, Etecsa con los servidores, el Comercio Interior con el retraso de la canasta básica… No falta uno que deba pronunciarse para la nueva mala. Y para ello, las tres palabritas mágicas mañana, tarde y noche.

Parece que hasta por contagio. El consulado sueco acaba de cerrar por unos días sin mayores explicaciones. “Rogamos disculpas por las molestias”, informa el aviso.

Menos mal que servicios necrológicos funciona más o menos bien si es que poseen combustible porque de lo contrario, ahí estaría el cartelito o el españolísimo mensaje verbal de “vuelva usted mañana” con el difunto, le acompañamos en su pesar y disculpas por la molestia.

Nada, que no queda de otra. Habrá que tragarse sin masticar las disculpas si no queremos recibir un infarto cerebro-testicular y que acaben de aceptar que, ante tantos disgustos ocasionados, uno está molesto con casi todo.

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