Las otras leyendas de la guitarra también lloran por la muerte de Paco de Lucía

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Las otras leyendas de la guitarra también lloran por la muerte de Paco de Lucía

Paco de Lucía, guitarrista

La inesperada muerte de Paco de Lucía ha conmocionado a las grandes estrellas mundiales de la guitarra. Los grandes guitarristas mundiales están de luto tras la inesperada muerte de Paco de Lucía. Y no sólo aquellos como Carlos Santana, Al Di Meola, John McLaughlin o Larry Coryell que compartieron escenarios con el maestro de Algeciras. También otros, más alejados en teoría del universo musical de Paco, como Eric Clapton, han expresado hoy su pesadumbre en cualquiera de las miles de necrológicas que se han publicado en toda la prensa mundial.

El ‘New York Times’, ‘Reuters’, ‘Bloomberg’, ‘The Independent’…Y así hasta el infinito. Todos los grandes medios de comunicación internacionales recogían hoy la triste noticia y, como mínimo, le dedicaban una semblanza de urgencia a la vida y la obra de este mito. Algo que no sucedía con un artista español desde hace muchos años. ¿Quizá desde el fallecimiento de Picasso?

Esta es sólo una prueba más de la auténtica dimensión de estrella global que Paco había alcanzado desde que a finales de la década de los setenta del siglo XX sacó a pasear el flamenco, acompañado por su mítico ‘sexteto’ por los escenarios de los grandes festivales de jazz del planeta.

Quizá aquellos fueran sus mejores años. O al menos el tiempo en el que definió casi por completo su poderoso legado. Si simplificamos mucho, se podría decir que De Lucía tuvo el valor necesario para introducir la armonía moderna, las complejas estructuras tonales del jazz, en el mundo, a veces excesivamente plano, del flamenco más clásico. Un estilo que dominaba completamente desde que tenía quince años, cuando aprendio las falsetas del Niño Ricardo.

Aunque habría quien discrepase de esta descripción. Por ejemplo, el mítico pianista Chick Corea que opinaba justamente lo contrario: que la mayor aportación de Paco a la historia de la música fue construir un puente para que la complejidad rítmica del flamenco, con sus compases compuestos y sus ‘tempos’ endiablados, fuera asequible a los ‘jazzistas’ de todo el mundo. Una opinión que compartía, por ejemplo, el gran Wynton Marsalis, con quién Paco compartió escenario en el Festival de Jazz de Vitoria.

Por supuesto, están también esos detalles ampliamente recordados hoy en los artículos que le ha dedicado toda la prensa española, como la introducción de instrumentos ajenos a las orquestaciones de raíz andaluza: el cajón peruano, el saxo, el bajo eléctrico o la armonica y los sintetizadores. Y siempre sin adulterar la raíz, ni caer en la tentación del ‘flamenquito’, en la que han perdido la partida tantos otros.

Almería

Fue un revolucionario que destrozó el canon histórico para implantar otro, completamente distinto. Pero entonces, ¿cómo empezó todo? Evidentemente, con las primeras grabaciones de «Los Chiquitos de Algeciras», junto a sus hermanos, o en las apariciones que hizo en algún ‘western’ rodado en Almería vestido de mexicano a la vera de la siempre sexy Raquel Welch.

Paco era un virtuoso, como mínimo. Desde sus inicios. Y aquella industria discográfica de principios de los sesenta quiso aprovecharse de esa característica suya. Por eso él, un profesional desde la adolescencia, grabó en esa época algunas melodías complicadas, como el ‘Tico Tico’, con los dedos a mil por hora y un fondo de flamenco que le daba el toque personal.

Así despertó su curiosidad. Y así mientras, bajo la atenta mirada de su padre Antonio Sánchez renovaba el acompañamiento al cante de la mano de Camarón, su inquietud le llevaba a buscar esos otros caminos en los que, finalmente, logró establecer la hoja de ruta del flamenco moderno.

Aquelos míticos lp’s que grabó con Camarón le traerían luego algunos sinsabores, cuando el guitarrista y sus familiares fueron acusados de haberle robado los derechos de autor al cantaor poco después de la muerte de éste.

A Paco le dolió mucho aquella acusación injusta alentada por ‘La Chispa’, la mujer de su amigo. Lo cierto es que Camarón era un intérprete, quizá el más grande en lo suyo, pero no un compositor. Solía cantar letras populares o compuestas por otros artistas. Aunque también llegó a ser el autor de 23 canciones, cuyos derechos siempre cobró él y ahora corresponden a sus herederos.

De Lucía pensaba siempre en ‘flamenco’, pero estaba convencido de que este estilo podía enriquecerse si entraba en contacto con las otras músicas de raíz. Y hasta con la clásica. Se dice que fue su vecino de entonces, Jayme Marques, quien le enseñó los primeros acordes complejos al introducirle, a petición del propio algecireño, en los fundamentos básicos de la bossa-nova. Ningún otro alumno del guitarrista hispano-brasileño ha aprendido tan rápido como hizo Paco.

Pero el guitarrista también tuvo otro maestro de excepción para dar los primeros pasos en el jazz. El saxofonista Pedro Iturralde que buscaba por entonces un guitarrista flamenco joven capaz de ayudarle a grabar la fusión entre ambas músicas que tenía planeada. Preguntó por los estudios y alguien le recomendó a Paco para el puesto. Y fuera quien fuera, lo cierto es que acertó plenamente.

Luego todo vino rodado cuando, poco antes de que falleciera el dictador Francisco Franco, un número instrumental inesperado, ‘Entre dos Aguas’ reventó las listas. En aquella época Paco contaba con la ayuda del arreglista José Torregrosa, de quién aprendió algunas nociones de orquestación que le servirían luego.

Y, también se dice que Paco se ‘inspiró’ en el soniquete de ‘Te estoy amando locamente’, quizá el mayor éxito del flamenco-pop de todos los tiempos que cantaron Las Grecas y perpetró aquel productor visionario llamado José Luis de Carlos. Por cierto que su manager de entonces era Jesús Quintero, el peculiar periodista que se daría a conocer y se haría popular como ‘El loco de la Colina’.

Fueron tiempos felices para los guitarristas flamencos. Casi todos tuvieron su oportunidad en la estela de ese nuevo ídolo pop en que se había convertido Paco. Manolo Sanlúcar, otro grande, grabó ‘Caballo Negro’, que también se colocó bien en las listas y otros como Paco Cepero, compositor de muchos éxitos para las folklóricas, o Victor Monge ‘Serranito’, también tuvieron su momento de gloria.

Incluso en campos teóricamente alejados de la música más comercial, el ascenso de De Lucía a las alturas del ‘hit parade’ abrió puertas inesperadas para otras fusiones entre el flamenco y las músicas modernas. Así llegarían a grabar Triana o Lole y Manuel, las primeras manifestaciones del llamado rock andaluz o Dieguito el del Gastor, sobrino de Diego el del Gastor, otro mítico tañedor de las seis cuerdas más flamencas.

En fin, que volviendo a Paco, tras el terremoto provocado por ‘Entre dos aguas’, el mito etaba listo para romper unas cuantas barreras más. Para ser, por ejemplo, el primer flamenco que pisaba el escenario del Teatro Real, que abría a esa «música de neveras vacías», según una descripción que se le atribuye, la puerta del templo del gran sonido clásico.

Su relación con los compositores cultos sería, desde entonces esporádica. Antes, en una suerte de primer contacto había grabado piezas populares arregladas por Federico García Lorca en compañía de Ricardo Modrego, luego reinterpretaría algunas piezas de Falla y el ‘Concierto de Aranjuez’ del maestro Rodrigo en dos discos memorables.

Pero la ruta iba a transcurrir por vericuetos bien distintos. El éxito de aquella rumba de ‘relleno’ con bajo eléctrico y bongos de la que hablábamos antes, que, según se dice, grabó sólo para completar el álbum ‘Fuente y Caudal’ le obligó a buscar músicos solventes para presentarse en directo y reproducir aquello.

Una banda que le diera un aire un poco mas ‘pop’ de lo habitual entre los músicos flamencos, porque había que complacer a ese público recién llegado que le aclamaba como un dios. Y que, a lo mejor, no estaba preparado para aguantar una hora y media de guitarra flamenca de concierto como las que se marcaba en los escenarios de EEUU el maestro Sabicas.

El ‘sexteto’

Entonces, de nuevo la fortuna entro en juego y Paco de Lucía se acercó al grupo ‘Dolores’, una banda de jazz fusión impulsada por el percusionista y cantante Pedro Ruy Blas y los hermanos Pardo, entre otros, plagada de buenos instrumentistas, dispuestos a experimentar y seducidos por el embrujo del mago de las seis cuerdas que les pedía ayuda.

Ese fue el origen del famoso ‘Sexteto’ con el que por fin, ya en la década de los ochenta, alcanzó esa dimensión de estrella internacional de la que hablábamos. Una banda en la que formaron Jorge Pardo, a los vientos, Rubem Dantas, a la percusión, su hermanos Pepe de Lucía y Ramón de Algeciras en la voz y la guitarra y Carles Benavent en el bajo eléctrico.

Y luego claro, llegaron todos los grandes músicos internacionales que hoy le recuerdan, movidos por la curiosidad y por la magia del sonido que producía el algecireño, quienes vinieron a buscarle para colaborar con él. Hubo conciertos, retransmitidos por la televisión pública que alcanzaron la dimensión de una final de ‘Champions League’.

Sorprendía ver a un guitarrista flamenco tratando de tú a tú a las ‘multivendedoras’ estrellas internacionales de las seis cuerdas. Más aún que se deshicieran en elogios hacia su técnica o que, a la hora de los solos, tuvieran dificultades para seguir el vuelo vertiginoso de los dedos de Paco por el mástil de su guitarra de cuerdas de nylon. De esa humilde guitarra española tan parecida a aquella con la que casi todos habíamos intentado aprender a tocar.

Desde entonces fue ampliando su leyenda. Volvió a grabar con Camarón, ‘Potro de Rabia y Miel’, antes de que este falleciera y luego se retiró un tiempo. Hasta que hace unos años, volvió a tener algo que ‘enseñar’. Era 2004 y Paco estaba listo para plantear una nueva revolución, en la que parecía proponerse ampliar aún más el lenguaje del flamenco, buscando también puntos de contacto con el ‘blues’ y las músicas latinas.

Grabó ‘Cositas Buenas’ y consiguió un Grammy. Lo mejor es que volvió a la carretera y a las grandes giras internacionales. En su última y excepcional banda, el maestro contaba con Alain Pérez al bajo, Antonio Serrano en la armónica y los teclados, Duquende y David de Jacoba al cante, Farruco al baile, Piraña en la percusión y su sobrino otro Antonio Sánchez, como segunda guitarra.

Quería seguir innovando, desde luego. En los últimos meses había vivido en Cuba y planeaba una colaboración con los Van Van de Juan Formell, según se ha publicado. También acababa de terminar de mezclar un disco con versiones de coplas clásicas en el que llevaba trabajando dos años y que iba a editarse el próximo mes de abril.

¿Tendrá ahora el flamenco artistas con capacidad para correr riesgos y buscar el encuentro de este estilo ancestral con otras músicas? Algo hay y llega precisamente de los ‘alumnos aventajados’ del Paco. De ese grupo en el que están Cañizares, Riqueni, Núñez y algunos otros.

Quizá quien tenga más camino recorrido, de momento, sea Tomatito . El guitarrista que sustituyó a Paco como acompañante de Camarón y que también colaboró con él. El ha alcanzado cierta dimensión internacional en los circuitos de las músicas del mundo gracias a sus trabajos con el teclista de jazz Michel Camilo y el artista turco Omar Faruk.

Pero no habría que olvidarse tampoco de Vicente Amigo y su ‘Tierra’ un potente trabajo que fusiona el flamenco con las músicas tradicionales de Irlanda y Escocia, grabado con músicos de aquellas tierras y estrenado en el festival Celtic Connections de Glasgow. O de las versiones flamencas de las canciones de Bill Evans realizadas por el Niño Josele, otro aventajado alumno de Paco.

¿Podrá otro guitarrista flamenco ampliar el mapa sonoro que dibujó el maestro? No lo tendrá fácil. Es obvio que Paco de Lucía es irrepetible. Y que cualquiera que desee continuar su tarea deberá buscar, en primer lugar, una personalidad propia.

Porque, probablemente, esa sea la mayor lección que nos ha legado este músico genial: la certeza de que cada uno tiene que encontrar su sonido. Aunque para conseguirlo se vea obligado a romper las reglas. Todas las reglas.

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