‘Pom Pom’, un disco de Ariel Pink

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‘Pom Pom’, un disco de Ariel Pink

Pom Pom, un disco de Ariel Pink

El polémico artista publica un apabullante disco doble en el que vuelve a demostrar su originalidad y su indiscutible talento. Put Your Number In My Phone by Ariel Pink on Grooveshark

Dicen los que entienden de verdad de música moderna que con Ariel Pink, nombre artístico del peculiar cantautor californiano Ariel Rosenberg, no hay términos medios. Están los que piensan que es un genio y los que, por el contrario, le consideran un imbécil presuntuoso y prescindible, que sólo tiene capacidad para componer y grabar pastiches resultones.

Sin contar con que su presunta originalidad sería dudosa. Son tantas, es cierto, las referencias que uno puede encontrar en su música a los grandes nombres del pasado que hay quien piensa, sencillamente, que Pink es incapaz de aportar algo propio, porque ser competente con los ejercicios de estilo no es lo mismo que tener algo que relevante que decir.

De modo que Pink sería, en cualquier caso, el tipo de creador que no deja a nadie indiferente. Un rasgo que, por cierto, no suelen abundar demasiado en los últimos tiempos. Hay que estar con él o contra él, sin remedio. Una circunstancia que, al parecer, nuestro protagonista conoce, y que no le desagrada, en absoluto. Más bien se dedica a cultivarla.

Por eso realiza con frecuencia declaraciones polémicas en las que pone como hoja de perejil a artistas supuestamente por encima del bien y del mal como Madonna o Grimes. O prepara curiosas caravanas promocionales para publicitar sus trabajos en las que incluye a personajes olvidados de la farándula como la sin par Angelyne, la primera ‘barbie’ californiana siliconada de la historia.

Y así hasta el infinito, probablemente. Pero a sus 36 años, con diez álbumes publicados y, después, de haber realizado buena parte de su carrera en la más completa oscuridad, hasta que por fortuna la discográfica 4AD reparó en él, es probable que Pink se merezca, como mínimo, un trato respetuoso por parte de la afición. Más aún después de haber compuesto, grabado y publicado este ‘Pom Pom’ del que nos ocupamos hoy, su último disco, por el momento.

Lo primero que me gustaría decir sobre este completísimo trabajo es que es un álbum doble como los de antes. Como aquellos discos enormes de vinilo, de dimensiones oceánicas, que permitían navegar por sus cuatro caras en busca de maravillas escondidas. Aquellos objetos en los que era una aventura, simplemente, llevar la aguja hasta el corte favorito de cada uno.

Tal vez se tratase de la forma. O de la longitud. O del conocimiento de los artistas de que para colocar en el mercado un producto tan apabullante, tan caro de fabricar y tan costoso para el comprador, era necesario dar lo mejor de sí, para justificar el atrevimiento. Porque en caso contrario, la megalomanía podía pagarse cara. Y hasta resultar la tumba del osado y pretencioso aspirante.

Hubo enormes, monumentales, magníficos discos dobles, como el ‘Blanco’ de The Beatles el ‘Comes Alive de Perter Frampton, o el ‘Made in Japan’ de Deep Purple, por poner los dos primeros ejemplos que se me vienen a la cabeza. Pero necesitaban el vinilo para ser lo que eran. Y, quizá por eso, también desaparecieron cuando, primero los cd´s y luego el maldito mp3 se impusieron como formatos habituales.

Así que sólo por la osadía demostrada en estas diecisiete canciones pop que se alargan durante 67 minutos sin aburrir en ningún momento al oyente, Pink ya se habría ganado mi respaldo incondicional. Pero, obviamente, ese no es el único argumento a su favor. Hay unos cuantos más. Algunos también ‘extramusicales’, como el hecho de haber reivindicado a ese genio incomprendido llamado Kim Fowley, con quien ha compuesto un par de canciones.

Y, luego, por supuesto, las canciones en sí mismas. Aquí hay de todo y casi todo bueno. Píldoras de pop naiff, como ’Put your number on my phone, un single indiscutible y mi canción favorite del disco, por el momento, remembranzas del David Bowie más ‘funky’ como ’Four Shadows’, y baladas intensas al más puro estilo Todd Rundgren como ‘One Summer Night’.

Pero entre tantos temas buenos disponibles es complicado que un consumidor de oreja abierta no encuentre algo de su gusto. ¿A lo mejor al alguna canción de largo aliento como ‘Sexual Athletics’ ‘Negative Ed’ o ‘Black Ballerina’? O quizá ¿un delicioso medio tiempo acústico que parece haber sido compuesto en un día soleado y tranquilo como ‘Dayzed in Daydream?

De todo eso hay aquí. Y también algún que otro trallazo que recuerda al Frank Zappa más irónico, un punto psicodélico que parece conseguido tras más de una escucha del ‘Forever Changes’ de Love, algunos citas puntuales de los mejores ‘riffs’ de guitarra de Robert Smith en los buenos tiempos de The Cure y un par de estribillos que no hubiera tenido reparo en firmar el mismísimo Marc Bolan en la época dorada de T Rex.

Vamos que Pink ha estudiado lo suyo y conoce, tras atentas horas de escucha, los mejores momentos de las décadas clave para la música pop del siglo XX. Por lo menos aquellos que combinan bien con su amplio universo sonoro, donde caben en perfecta comunión las guitarras eléctricas distorsionadas con los zarpazos electrónicos más delirantes que alguien pueda imaginarse.

Esa condición de alumno bien aplicado es quizá el único pero que podríamos ponerle, como en parte decíamos al principio. Pero si realmente queremos hacer justicia a lo que Ariel ofrece no podemos quedarnos ahí. O eso pienso yo. Pink tiene esa capacidad admirable de emocionar al oyente y hacer canciones que suenan como la verdad. Aunque no haya descubierto la rueda. Por lo menos, todavía.

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