Cinco años del asesinato de Jashogi: impunidad y reintegración total de Arabia Saudí en la comunidad internacional

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Cinco años del asesinato de Jashogi: impunidad y reintegración total de Arabia Saudí en la comunidad internacional

Arabia Saudí refuerza su posición ante el silencio de sus aliados pese a que no ha habido una verdadera rendición de cuentas.

Acto de homenaje a Yamal Jashogi en Estambul - DEPO PHOTOS / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO

Acto de homenaje a Yamal Jashogi en Estambul - DEPO PHOTOS / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO

El asesinato del periodista saudí Yamal Jashogi en el interior del consulado de Arabia Saudí en la ciudad turca de Estambul cumple este lunes cinco años, en un momento en el que los principales sospechosos de dar la orden siguen sin rendir cuentas y ante la vuelta de Riad al primer plano de la política internacional, a pesar del aislamiento al que fue sometido en un primer momento el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán.

Jashogi fue asesinado y descuartizado por agentes saudíes enviados por orden del propio Bin Salmán, quien en 2019 asumió su «total responsabilidad» en el suceso, si bien negó haber dado la orden de que el periodista fuera ejecutado, en contra de lo que refleja un documento de Inteligencia estadounidense desclasificado tres años después del suceso.

El periodista, que colaboraba en ‘The Washington Post’, fue editor de varios diarios saudíes y llegó a entrevistar en varias ocasiones a Usama bin Laden, fallecido líder de la organización terrorista Al Qaeda. A pesar de ser durante años una figura cercana a la Casa Real saudí, la situación cambió con el ascenso al trono del rey Salmán y el nombramiento como príncipe heredero de Bin Salmán, con el que se mostró muy crítico, llegando a marcharse en 2017 a un exilio autoimpuesto.

Así, el 2 de octubre de 2018 entró al consulado saudí en Estambul para gestionar unos documentos para poder casarse con su pareja sentimental, Hatice Cengiz, si bien nunca salió de las instalaciones. Los restos del periodista, descuartizado por los agentes saudíes, no han sido localizados hasta la fecha, sin que Riad haya desvelado su paradero.

El asesinato desató una grave crisis diplomática entre Turquía y Arabia Saudí, incluida la imputación de varios saudíes por parte de la Fiscalía turca, que reclamó además a Riad la extradición de los sospechosos, entre los que figuraban Saud al Qahtani, asesor de Bin Salmán, y el ‘número dos’ de la Inteligencia saudí, Ahmed al Asiri.

Por su parte, gran parte de la comunidad internacional se pronunció contra el asesinato e incluso el actual presidente estadounidense, Joe Biden, prometió durante su campaña electoral en 2020 tratar al país «como un paria», a raíz de las conclusiones de los servicios de Inteligencia, que apuntaban directamente a la responsabilidad de Bin Salmán.

Uno de los ejemplos de este distanciamiento tuvo lugar en noviembre de 2018, menos de dos meses después del asesinato, cuando Bin Salmán fue apartado de la foto de familia durante la cumbre del G20 en Argentina, en la que el príncipe heredero quedó en un extremo y con varios espacios vacíos a su alrededor.

VUELTA DE RIAD A LA PRIMERA LÍNEA

Sin embargo, el paso del tiempo ha derivado en un acercamiento progresivo a Riad, que ha defendido que sus tribunales juzgaron el caso y condenaron a los responsables, a pesar de que Al Qahtani y Bin Salmán no han sido imputados o juzgados. A ello se suma que un artículo del diario británico ‘The Guardian’ revelaba en diciembre de 2021 que al menos tres miembros del equipo saudí responsable del asesinato del periodista viven en alojamientos de lujo en un complejo gubernamental en Riad.

El propio Bin Salmán indicó en una reciente entrevista concedida a la cadena de televisión estadounidense Fox News que el asesinato de Jashogi fue «un error» y destacó que el país ha acometido «una reforma del sistema de seguridad para garantizar que estos errores no se repiten», a pesar de las denuncias de ONG sobre el aumento de la represión, incluidas duras condenas –entre las que figuran penas de muerte– por críticas a las autoridades a través de las redes sociales.

Esta vuelta a la normalidad en las relaciones entre Arabia Saudí y otros importantes aliados incluyen una visita en julio a París para reunirse con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, e incluso un cordial saludo con Biden, quien dejó atrás su promesa electoral y ha mantenido los lazos con Riad.

Además, Arabia Saudí alcanzó en marzo un acuerdo con Irán para normalizar sus relaciones que ha derivado en un proceso de reintegración regional de Siria tras más de una década de casi total aislamiento a raíz del estallido de la guerra en 2011 y en un impulso del proceso de paz en Yemen, devastado por una guerra desatada en 2014 en la que Riad y Teherán apoyan a bandos enfrentados.

El Gobierno saudí está además en conversaciones con Israel para un posible acuerdo histórico sobre el establecimiento de relaciones, que condiciona a una solución al conflicto palestino-israelí, mientras que la ciudad de Yedá ha acogido varias reuniones entre el Ejército de Sudán y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) para intentar solucionar el conflicto desatado en abril.

Bin Salmán ha encabezado además un giro de la política exterior saudí que incluye el fin en 2021 del bloqueo regional a Qatar, conversaciones para sumarse a los BRICS –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– y ha llegado a proponerse para mediar en la guerra desatada en Ucrania tras la invasión rusa en febrero de 2022.

DURAS CRÍTICAS A LA IMPUNIDAD

El cambio en la postura sobre Arabia Saudí –que ha acometido además un importante esfuerzo económico para lavar su imagen a través de inversiones en deportes– a pesar de que el cuerpo de Jashogi no haya sido hallado y de que los señalados no hayan rendido cuentas ha provocado la indignación entre periodistas y organizaciones no gubernamentales.

«Cinco años después del asesinato de nuestro colaborador Yamal Jashogi por un escuadrón de la muerte enviado desde Arabia Saudí, no ha habido cierre ni para nosotros, ni para su familia y amigos, ni para todos los que en el mundo árabe podrían beneficiarse de su visión de más apertura y democracia en la gobernanza», dijo el equipo editorial de ‘The Washington Times’ en un artículo de opinión publicado esta semana.

Así, hizo hincapié en que «un cierre implica lograr finalmente la verdad y que rindan cuentas Mohamed bin Salmán (…), quien envió a los asesinos, así como el resto de implicados», al tiempo que recordó que siete de los 15 integrantes de este «escuadrón de la muerte» eran miembros del equipo de seguridad de élite del príncipe heredero.

A las críticas se ha sumado el director de Reporteros Sin Fronteras (RSF) en Oriente Próximo, Jonathan Dagher, que ha lamentado que «parece que Arabia Saudí se ha escapado de rositas del asesinato de Jashogi, lo que supone un panorama aterrador no sólo para los seres queridos del periodista, sino para la libertad de prensa a nivel mundial y la seguridad de los periodistas en el mundo».

«Durante cinco años, los líderes mundiales han mirado a otra parte mientras el príncipe heredero y su gobierno eluden una rendición de cuentas por este crimen atroz», ha señalado, antes de cargar contra «esta vergonzosa impunidad, que sólo deja abierta la puerta a más ataques contra periodistas».

Por su parte, la secretaria general de Amnistía Internacional, Agnès Callamard –antigua relatora de la ONU que encabezó una investigación sobre el caso que apuntó al papel de las autoridades saudíes–, ha reseñado que «cinco años después de que el brutal asesinato de Jashogi sacudiera todo el mundo, el camino hacia la justicia por su muerte sigue totalmente bloqueado».

«La desaparición forzosa, tortura y ejecución extrajudicial de Jashogi son crímenes bajo el Derecho Internacional que deben ser urgentemente investigados y podrían ser juzgados por cualquier Estado a través de la jurisdicción universal», ha argüido, al tiempo que ha tildado de «espantoso» que «en lugar de presionar para que se haga justicia, la comunidad internacional siga poniendo la alfombra roja a los líderes de Arabia Saudí en cuanto hay oportunidad, colocando los intereses diplomáticos y económicos por encima de los Derechos Humanos».

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