Agresión insoportable

Cataluña

Agresión insoportable

La elección de Quim Torra como presidente de pacotilla, como edecán del fugitivo Puigdemont, ha traspasado los límites de lo tolerable.

Todo el mundo coincide en que hay que buscar fórmulas de entendimiento con el independentismo catalán. La tensión actual es imposible de sostener: no se puede castigar a millones de catalanes a vivir en la incertidumbre a que les tiene sometida la ambición de una parte por imponer sus deseos. Pero tampoco es posible que el Estado siga soportando las provocaciones, la agresión insoportable y los desafíos de los líderes del procés, sin ponerle coto de manera clara e intransigente.

La elección de Quim Torra como presidente de pacotilla, como edecán del fugitivo Puigdemont y como agitador del desprecio y odio a los que considera inferiores, ha llegado al límite, mejor dicho, ha traspasado los límites de lo tolerable, que comparado con lo que ocurre en otros países descentralizados no es poso. Hay que tener paciencia para cargarse de razón, es lo que recomienda el buen gobierno, pero la razón ya no soporta más agresiones e insultos como los que se están conociendo.

Los partidos constitucionalistas parece que están reaccionando en consecuencia con responsabilidad compartida y eso resulta alentador. Se impone esperar un poco, muy poco, sólo cabe dar una mínima posibilidad para que la actitud del nuevo Govern cambie, pero si no es así, la actuación debe ser rápida, precisa y contundente. Ya no hay posibilidad, ni de dejar que el tiempo lo arregle ni de que sean sólo los jueces los que lo resuelvan a golpe de procesos, que también. Y negociar, por supuesto.

Pero negociar sin complejos. La experiencia demuestra que se ha llegado a la situación actual por la actitud de hacer concesión tras concesión y dejar pasar una tras otra iniciativas destinadas al mismo fin, la secesión, que cínicamente era descartada con la boca grande por sus promotores. Pero ya está demostrado que la mentira es el arma que los independentistas mejor manejan. No hay que dejarse engañar más, se impone cortar muchas cosas en seco y perder complejos.

El qué dirán por ahí afuera está superado. El Gobierno de Rajoy quiso evitarlo con la inactividad y lo que consiguió fue justamente lo contrario. La propaganda del secesionismo ganó por goleada a la abulia del oficialismo y sigue siendo la que despierta mayor atención. Más de lo que tan injustamente se está vendiendo, represión, falta de libertad, ausencia de democracia y hasta torturas, no se puede decir. Un país tiene que defender su imagen pero también su unidad.

El llamado problema catalán requiere con urgencia toda la atención oficial. Ni la compra de apoyos a los presupuestos, ni menos aún la permanencia de Rajoy en el poder, ni las estrategias electorales con vistas al próximo año justifican nada. Cataluña requiere una atención muy especial, empezando por la dotación económica para hacer frente a la situación y terminando por la de la dotación de los refuerzos que sean necesarios para los servicios de información y seguridad.

El Estado debe dotarse de instrumentos para imponer el cumplimiento de la Constitución y del Estatut, para que los millones de catalanes que no se identifican con las ideas independentistas se sientan defendidos y para que el resto de los españoles no sigan poniendo en duda que la democracia carece de resortes y de voluntad de instaurar la buena convivencia, la solidaridad y la igualdad de derechos para todos.

Los que pretenden seguir retando a la paciencia de los demás tienen que saber de una vez que si quieren negociar soluciones dentro del marco de las leyes van a encontrar interlocutores capaces pero, mientras tanto, la vigilancia del manejo de las cuentas, como la organización y dotación de policía autonómica, como el funcionamiento de los medios públicos y la propaganda exterior o cualquier otro tipo de iniciativas tramposas debe llevarse a rajatabla.

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