300.000 cubanos a por el pasaporte español: ¿todos del Barça?

Cuba

300.000 cubanos a por el pasaporte español: ¿todos del Barça?

El frenesí futbolero en Cuba revela una nueva ola de solicitudes de nacionalidad española, impulsada por la pasión y las raíces.

Embajada de España en Cuba
Embajada de España en Cuba
El pasado sábado, en busca de solaz entretenimiento, con esas canciones de la llamada “década prodigiosa”, opté por ir a una discoteca cercana a casa y cuál no sería la sorpresa que estaban transmitiendo en vivo, en inmensa pantalla, la final de la Copa del Rey.. Ya desde la acera retumbaba el barullo, la gritería, el escándalo en mayúsculas. No pude menos que preguntarme qué melodía era la que provocaba tanta algarabía y si acaso no  ocurría una reyerta en el local por alguna mirada o frase pasada de tono hacia alguna mujer. Entro al ranchón, esa modalidad constructiva tan típica de la isla, para comprobar que todo el mundo, jarra de cerveza en mano, tenía fijada la vista en el terreno donde el Barca y el Real Madrid discutían la supremacía. Hasta el barman observaba con tanta atención el partido que no pocas veces la cerveza dispensada sobrepasaba el recipiente al tiempo que las camareras ejecutaban actos circenses con las bandejas y la visual en el match. Justo a unos ocho kilómetros del lugar, es intenso, casi sobrehumano el trabajo del consulado español en la tramitación de la documentación por la nacionalidad  al extremo que han debido tomar nuevas decisiones de apremio según su página oficial, para soportar una avalancha calculada en unas 300.000 personas lo cual confirma que lo ocurrido en la discoteca no es casualidad, sino causalidad. Justo frente por frente a la pantalla, estaba una mesa cargada de banderas, toallas, camisetas y símbolos de ambos clubes con no menos de diez morenos, algunos mulatos y un blanco. Por su comportamiento, pocos eran del RM. Entre ellos se gastaban bromas y alguna que otra vez le gritaban a un señor ya mayor de la representación madrileña un irrespetuoso “vieja puta”. Debo confesar que el fútbol ni me va ni me viene porque soy más de béisbol que otra cosa, pero ese frenesí logró contagiarme y por razones que no vienen el caso, decidí alistarme de urgencias al Real Madrid. Derrotado en emotivo partido, felicité a mi compañera que dicho sea de paso no tiene la menor idea de un córner, recientemente española gracias a las travesuras de su abuelo anarquista proveniente de Blanes, Cataluña. La mesa que tanto llamó la atención ya se había largado en pleno. Culés y merengues tomaron la calle y quedamos pocos recibiendo a ese grande llamado Nino Bravo que para eso existen las “disco-tembas” con esa música de tiempos pasados que tan gratos recuerdos nos traen al corazón.

El pasado sábado, en busca de solaz entretenimiento, con esas canciones de la llamada “década prodigiosa”, opté por ir a una discoteca cercana a casa y cuál no sería la sorpresa que estaban transmitiendo en vivo, en inmensa pantalla, la final de la Copa del Rey.

Ya desde la acera retumbaba el barullo, la gritería, el escándalo en mayúsculas. No pude menos que preguntarme qué melodía era la que provocaba tanta algarabía y si acaso no  ocurría una reyerta en el local por alguna mirada o frase pasada de tono hacia alguna mujer.

Entro al ranchón, esa modalidad constructiva tan típica de la isla, para comprobar que todo el mundo, jarra de cerveza en mano, tenía fijada la vista en el terreno donde el Barca y el Real Madrid discutían la supremacía.

Hasta el barman observaba con tanta atención el partido que no pocas veces la cerveza dispensada sobrepasaba el recipiente al tiempo que las camareras ejecutaban actos circenses con las bandejas y la visual en el match.

Justo a unos ocho kilómetros del lugar, es intenso, casi sobrehumano el trabajo del consulado español en la tramitación de la documentación por la nacionalidad  al extremo que han debido tomar nuevas decisiones de apremio según su página oficial, para soportar una avalancha calculada en unas 300.000 personas lo cual confirma que lo ocurrido en la discoteca no es casualidad, sino causalidad.

Justo frente por frente a la pantalla, estaba una mesa cargada de banderas, toallas, camisetas y símbolos de ambos clubes con no menos de diez morenos, algunos mulatos y un blanco. Por su comportamiento, pocos eran del RM. Entre ellos se gastaban bromas y alguna que otra vez le gritaban a un señor ya mayor de la representación madrileña un irrespetuoso “vieja puta”.

Debo confesar que el fútbol ni me va ni me viene porque soy más de béisbol que otra cosa, pero ese frenesí logró contagiarme y por razones que no vienen el caso, decidí alistarme de urgencias al Real Madrid.

Derrotado en emotivo partido, felicité a mi compañera que dicho sea de paso no tiene la menor idea de un córner, recientemente española gracias a las travesuras de su abuelo anarquista proveniente de Blanes, Cataluña.

La mesa que tanto llamó la atención ya se había largado en pleno. Culés y merengues tomaron la calle y quedamos pocos recibiendo a ese grande llamado Nino Bravo que para eso existen las “disco-tembas” con esa música de tiempos pasados que tan gratos recuerdos nos traen al corazón.

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