El debate que TVE no nos quiso enseñar

Elecciones europeas

El debate que TVE no nos quiso enseñar

Debate entre Elena Valenciano y Miguel Arias Cañete

Una cosa es no agitar la campaña para no movilizar al contrario y otra muy distinta dormir y deprimir al votante. Una cosa es no agitar la campaña para no movilizar al contrario y otra muy distinta dormir y deprimir al votante. En el debate nacional de ayer Arias Cañete se valía por sí sólo para lograrlo, pero TVE quiso amarrar el resultado y optó por echar el resto. Tragó con un formato de lo más encorsetado, y para remate lo envolvió con un decorado tristón. Alguien en el ente público debió quizás pensar que pegaba con esa política lúgubre que hacen los estirados de Bruselas, y que mejor eso y dejar hablar de política castiza que no emitir en su primer canal el debate entre candidatos a presidir la Comisión, donde realmente se estaba debatiendo el modelo de Europa que el continente necesita.

Y miren por dónde encima van estos de Europa y se descuelgan con una superproducción de calidad. Candidatos –varios- que se van creciendo y son propositivos, formato ágil, público que aplaude o silba según corresponda, puesta en escena lograda, color… y caras con las que apetecía empatizar. Y van, desvergonzados, y centran buena parte del debate en los problemas de Europa y en cómo afectan a España, sin duda la gran protagonista de una noche eurovisiva en la que en vez de points nos caían collejas y sugerencias concretas. Que si cómo crear empleo, que si se debe o no votar en Cataluña.

TVE no nos dejó ver cosas que no se ven habitualmente por estos lares. A un Juncker, eurocandidato popular, en su papel de eurócrata de la vieja escuela siempre a la defensiva ante las andanadas del resto de partidos, liberales y distintas formaciones de izquierda, apoyándose y dándose relevos para atacarle. A un Schulz que se mostró solvente, perro viejo hecho a sí mismo en la arena europea, con ideas y más rebelde de lo que se le presupone a un encorbatado socialdemócrata alemán. Y que hay vida más allá de estos dos partidos, la que dan formaciones con candidatos solvente que prueban que el bipartidismo no se estila en Europa.

El candidato liberal, el belga Verhofstadt, guerrero y dinámico como ninguno, dejó algunos detalles para el análisis. Se le vio aplaudir propuestas de Schulz, algo inimaginable en nuestra política pueblerina donde las bancadas sólo jalean a los de su propio partido, como si el resto no tuvieran dos dedos de frente. Más allá de la curiosidad del hecho, cabe preguntarse si no será indicativo de una buena sintonía que acabe en futura coalición. Pero también se le vio meterse, valiente, en charcos que le salpicaron, y de qué manera. Se mostró meridianamente partidario de que los catalanes se expresen en las urnas, lógico si uno piensa que Convergencia forma parte de ese partido liberal, pero demasiado contundente quizás como para que UPyD se anime a unirse a uno partido paneuropeo que parecían su única alternativa si no quiere ir de la mano de populares o socialdemócratas.

Se agradeció que él y el resto de candidatos hablasen a las claras. Tsipras, líder de Izquierda Unitaria y gurú anti-troika, habló con contundencia y sin pelos en la lengua sobre un nuevo modelo europeo, dejando claro que se puede ser abiertamente crítico y a la vez europeísta. Eso sí, a veces algo perdido, las expectativas puestas en él en parte se evaporaron cuando el resto de candidatos de izquierda demostraron que ellos también venían dispuestos a dar la cara. Fue el caso de Keller, candidata de Los Verdes, la única mujer, la única joven, la única netamente ecologista del plató, y que se descubrió como alternativa desde una posición social y progresista. Llegó en bicicleta, irradiando un positivismo y una alegría en las antípodas del funeral catódico que se emitía en Madrid.

Todos ellos hablaron de corrupción, de inmigración, de la importancia del conflicto ucraniano, temas que increíblemente en el debate que sí emitió TVE se obviaron o se trataron de pasada. Ellos sí sacaron tiempo para eso, quizás porque no se entretuvieron en herencias recibidas. Quizás porque la alejada Bruselas sí supo entender ayer qué necesitan los españoles.

* Chema Cruz, periodista, analista de actualidad europea.

Más información