Cataluña, la gran excusa del tripartito de ‘la casta’

Detrás de la cortina

Cataluña, la gran excusa del tripartito de ‘la casta’

La supuesta defensa de la unidad de España puede servir de base para una alianza final entre PP, PSOE y Ciudadanos Casi desde dos o tres días después de que se conociese el resultado de las últimas elecciones generales, desde Podemos se hizo el intento, por ahora infructuoso de fijar la lucha contra la desigualdad y el lanzamiento de medidas de urgencia contra la injusticia social como las principales prioridades políticas de la legislatura que está a punto de iniciarse.

Pero, aparentemente, hoy por hoy, ninguno de los otros tres grandes partidos están interesados en el asunto, más allá de las habituales declaraciones genéricas que no conducen, por lo general, a ningún sitio.

De un modo u otro, los objetivos de PP y Ciudadanos, y como ya hemos podido ver también de un amplio sector del PSOE, son otros. Su prioridad es asegurarse el control del país, el ritmo de las reformas y, en fin, la continuidad del sistema político actual en los próximos cuatro años. Un tiempo clave en el que va a resultar necesario «cambiarlo todo para que nada cambie», ya saben y también una época de incertidumbre para los defensores de los intereses de la ‘casta’ que empiezan a sospechar que ha llegado la hora de minimizar los riesgos.

Por eso, según los habituales analistas despiadados que no se preocupan nunca de sustentar con pruebas sus afirmaciones, desde posturas supuestamente tan enfrentadas como las de la todavía secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, y la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, figura clave en el futuro del PSOE habrían hecho referencia a la necesidad de tener ‘altura de miras’ en estos tiempos, mientras el ejército habitual de columnistas bombardea con las virtudes de un pacto para un gobierno estable en el que estuvieran claros los objetivos políticos y el calendario y en el que, ¿por qué no? pudiera haber ministros de más de un partido.

Pero dicho así, y en frío, la canción no acabaría se sonarle bien a buena parte de los votantes socialistas y a un segmento nada despreciables de quienes decidieron confiar en Ciudadanos. Así que hacen falta motivos que permitan a la concurrencia tener una visión clara del peligro y de la auténtica necesidad de forjar una alianza inédita y ‘contranatura’ para enfrentarse a una emergencia.

Y puesto que, según la propaganda oficial, la crisis es cosa del pasado y la corrupción un simple sumatorio de hechos puntuales sin relación entre sí, no queda más remedio que invocar la defensa de la unidad de España como mantra que permita justificar aquello que, en principio, podría parecer injustificable.

Y en ello estarían aparentemente los auténticos defensores del orden establecido. Cortoplacistas como parecen ser, se han acostumbrado a no mirar demasiado al futuro e ir superando los obstáculos, según llegan. Sin que, por cierto, nada de lo que aparentemente era imposible antes pueda constituir en el presente una línea roja para nadie.

Lo malo es que hacer sentir a una población más que golpeada que el peligro inminente al que tiene que enfrentarse ahora es la posibilidad de que Cataluña se convierta en un estado independiente quizá no sea fácil en el contexto actual.

El hecho de que tres meses después de celebradas las ‘elecciones plebiscitarias’ en aquella comunidad autónoma la región siga sin gobierno, los procesos institucionales estén parados y se haya registrado un retroceso apreciable en su base de votantes contribuye a rebajar sustancialmente la apariencia de peligrosidad del proceso independentista.

El ‘coco’ asusta mucho menos que antes y, además, empieza a cansar, tanto a los propios catalanes, afectados directamente por el asunto, como a los ciudadanos del resto de España. La vieja idea de que los perros ladradores muerden poco vuelve a ganar adeptos y el personal parece haberse desentendido un poco del asunto.

Otra cosa hubiera sido que a estas alturas Artur Mas ya hubiera sido reelegido y que la hoja de ruta hacia la segregación que elaboró Junts Pel Sí estuviera en marcha.

Entonces, quizá las negociaciones previas a la investidura de Mariano Rajoy habrían alcanzado una imparable velocidad de crucero y el pacto a tres por el que tantos notables suspiran sería ya un hecho consumado. Pero, las dudas de la izquierda independentista, la división en el seno de la CUP que, de momento, no sabe que sentido darle a su voto, han complicado ese calendario supuestamente previsto.

¿Quizá por mucho tiempo? No es fácil aventurar un pronóstico en este caso. Pero muchos dentro de esa candidatura popular ahora en entredicho, sí tienen claro que un voto positivo para Mas situaría en primer plano otra vez el problema catalán y enterraría en las profundidades la necesidad de dar un giro social a la política económica e impulsar la regeneración democrática.

Y por eso un sector del partido, más cohesionado de lo que parece a primera vista, se niega a dar un paso que, además, acabaría situándoles en el mismo bando ocupado por los restos del naufragio de CiU, partido defensor de las recetas más salvajes del neoliberalismo económico y salpicado a fondo por la presunta corrupción.

Sin embargo, incluso si finalmente, los anticapitalistas optan por no apoyar la investidura de Artur Mas, los defensores del ‘tripartito de la casta’, tal vez encontrarán otros caminos para utilizar el peligro catalán a su favor y eludirían tirar la toalla, de momento.

Ese supuesto Plan B del que ya podríamos haber tenido algún adelanto incidiría en la necesidad de apartar de cualquier ámbito del poder a los partidos como Podemos, presuntos defensores de la unidad de España, pero que impulsan un referéndum que podría dinamitarla.

Como siempre, ni a unos, los supuestos españolistas, ni a otros, los presuntos independentistas, parece importarles demasiado encontrar una verdadera solución para los problemas que hay sobre la mesa. Lo único verdaderamente vital para todos, por ahora, es dejar pasar el tiempo y esperar el momento propicio.

O al menos, esa es la impresión que algunos recibimos en este momento de la observación de las maniobras políticas visibles que se han registrado tras las últimas elecciones generales. Pero, por supuesto, no son las únicas que se han producido. También las hay invisibles. Y de esas casi nadie sabe nada.

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