Rajoy y Mas, dos aliados que luchan por sobrevivir

Detrás de la cortina

Rajoy y Mas, dos aliados que luchan por sobrevivir

La batalla contra el soberanismo catalán es el único gran argumento electoral del PP. Y viceversa. Da igual lo que digan las encuestas. Cualquiera que haya seguido mínimamente los avatares de la política española en los dos últimos años, sabe a estas alturas un par de cosas. Por ejemplo que el PP no se juega prácticamente nada, como partido en las próximas elecciones autonómicas que se celebrarán en Cataluña el próximo 27 de septiembre. Su futura debacle es segura y perfectamente conocida con todo detalle. En especial, por supuesto, en Génova y La Moncloa, las dos localizaciones que, de momento, todavía controla el actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Pero, en realidad, ni a Rajoy ni al PP les importa mucho ahora esa pérdida segura de peso específico en Cataluña. Es un mal menor, perfectamente asumible. Ellos juegan otro partido, el de las elecciones generales, en las que, a pesar del entorno aparentemente desfavorable al que se enfrentan, aspiran a renovar el poder. Solos o en compañía de Albert Rivera y los suyos. Incluso, si llegara el caso, integrados en una gran coalición en la que participasen los socialistas y jugara un papel más que destacado su actual secretario general, Pedro Sánchez, a quién últimamente critican sin descanso.

Y para lograr ese objetivo, pocas cosas hay más importantes que la evolución del llamado problema catalán. La necesidad de mantener España unida y derrotar a los supuestos secesionistas es a estas alturas el único argumento electoral de peso del que dispone el PP. Por eso, para el partido conservador es de vital importancia que ese problema siga vigente como amenaza real tras las elecciones autonómicas que tendrán lugar en ese territorio. Porque lo cierto es que, en mi opinión, que en el caso, poco probable, de que las fuerzas ‘independentistas’ tuvieran un pésimo resultado en las urnas, Rajoy y los suyos perderían el único clavo ardiendo que les queda.

Piénsenlo. Con la persistencia de las revelaciones sobre las prácticas corruptas que los altos cargos de este partido han llevado a cabo con total impunidad durante décadas en las autonomías que gobernaron, más las dificultades reales del partido de demostrar a los votantes que el ‘milagro económico’ del que hablan es real, sin poder citar en los mítines al soberanismo catalán y sus pérfidos planes, el argumentario de los populares se quedará en nada. Más aún cuando, los gobiernos autonómicos y locales frutos del entendimiento entre el PSOE y las candidaturas de unidad popular cercanas a Podemos parecen irse consolidando, pasan los meses y no se producen los desastres que anuncian los populares como resultado inevitable de esas alianzas.

Además, como está sucediendo en Madrid, sin ir más lejos, a Ciudadanos, ese aliado perfecto con el que los dos grandes partidos aspiran a pactar, sólo les sería posible justificar, hoy por hoy, su colaboración para permitir que un gobierno presidido por Mariano Rajoy se perpetuara en España, si tras las catalanas, el debilitado PP actúa en Cataluña como muleta de los ‘naranjas’ y, en paralelo, resulta factible la venta a la opinión pública de la necesidad de ese gobierno de salvación nacional que, en el mundo ideal de los azules, también estaría integrado por los socialistas.

Ya han visto hoy que algunos líderes del PSOE, históricos y recientes como el muy célebre expresidente del Gobierno Felipe González, se han lanzado de lleno a ‘intervenir’ en la cuestión catalana, ante la pasividad de los jefes actuales del partido, cuya propuesta de reforma de la Constitución no ha conseguido una aceptación plena, ni siquiera en sus propias filas, donde muchos militantes y cuadros medios están más que de acuerdo con la posición expresada estos días por el presidente de Extremadura Guillermo Fernández Vara, que ha explicado que se admiten las singularidades, pero no la desigualdad en el trato.

Porque en España, en las autonomías que aún se consideran parte de ese cuestionado país, la ‘matraca’ independentista catalana duele. Y despierta sentimientos irracionales en muchos colectivos con independencia de su supuesto color político. Y no hay duda que eso constituye un buen caldo de cultivo para animar el voto de los nacionalistas españoles. Que son muchos y, probablemente, más que mayoritarios fuera de Cataluña.

Así que, como he dicho antes, a mi me parece que al PP le interesa, y mucho, que a Artur Mas y su banda de blues le salgan las cosas bien en Cataluña. Hasta cierto punto, claro. Más de un dirigente popular con asiento en Génova o las inmediaciones de La Moncloa firmaría una victoria electoral de la lista del presidente de la Generalitat, que, además, quedará al borde de la mayoría absoluta, con la ayuda de las hordas del independentismo radical que ahora se integran en la CUP. Ya ven, el problema seguiría latente, pero, más o menos, bajo control. O eso les gustaría creer a quienes le ponen velas a los santos para que intercedan por ellos.

Claro que Artur Mas y Oriol Junqueras, su principal cómplice, se encuentran en una situación parecida. Con las incertidumbres económicas y políticas que supone el salto al vacío que proponen a los catalanes, sólo removiendo los bajos instintos nacionalistas de la población, pueden conseguir que los votantes olviden amenazas tan evidentes como la que supone, entre otras, para esta región quedarse fuera de la UE durante una larga temporada.

Sin contar con la certeza creciente sobre la posibilidad de que el largo reinado de CiU en Cataluña sirviera, en realidad, para crear y perpetuar, una trama de corrupción institucional de dimensiones gigantescas, que aspira a perpetuarse a través de la independencia.

Y para lograr este objetivo, Mas necesita desesperadamente que Rajoy mantenga su perfil duro y ‘anticatalanista’. Ese mismo que mostró cuando el PP, bajo su mando, recurrió al Tribunal Constitucional la última mutación del estatuto catalán y hasta se hizo fotos en mesas en las que solicitaba firmas de apoyo para esta causa ‘antisecesionista’. Esa es la cara de España que los entusiastas de ‘Juntos por el Sí’quieren mostrar constantemente a sus votantes potenciales.

Así que ya lo ven. Como dos boxeadores sonados, en medio de ese supuesto combate por el título, lo que en realidad hacen Mas y Rajoy es abrazarse en el centro del cuadrilátero para mantenerse en pie a la espera de que suene la campana y acabe el asalto.

Eso sí, con el temor constante de que la candidatura de unidad popular impulsada por Podemos y su líder Pablo Iglesias en Cataluña, consiga los votos suficientes para poner fin a todo este tinglado al que tanto partido han sacado y esperan seguir sacando. Ya ven, hasta que punto están coordinados estos dos políticos que incluso tienen un ‘archienemigo’ común.

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