Corrupción apestosa

Corrupción

Corrupción apestosa

La verdad es que resulta extraño que hartos de criticar la corrupción no nos hayamos percatado antes de este detalle tan molesto para las pituitarias de la gente. La corrupción es apestosa. Lo ha dicho el Papa Francisco -que procede de Argentina donde la corrupción también se las trae-, a quien cada vez se le entiende mejor cuando habla. A la corrupción se la ha tratado siempre de forma crítica, pero nunca se llegó a decir que es apestosa, como sin llegar a verdad dogmático, cierto es que lo es. Lo que ocurre es que hasta ahora no nos habíamos dado cuenta. Se nota que los corruptos ejercen mucha influencia y hasta que Su Santidad los detectó habían conseguido que no reparábamos en el olor nauseabundo que dejan a su paso. Ha tenido que ser nada menos que el Sumo Pontífice, quien tras detectarlos quizás en su propia Curia, acabase con la impunidad que su rastro deja ante los olfatos honrados.

La verdad es que resulta extraño que hartos de criticar la corrupción no nos hayamos percatado antes de este detalle tan molesto para las pituitarias de la gente. Porque hay que reconocer que corrupción, lo que se dice corrupción, sobra en nuestro entorno y sus alrededores. ¿Será que se prolifera tanto a todos los niveles que las narices de los que respetan el Séptimo Mandamiento ya se han acostumbrado y no lo perciben? Puede ser porque de otra forma no se explica que podamos vivir rodeados de tantos corruptos, mayormente en las esferas del poder y de la empresa, que tan diligentemente colabora a veces, a que la corrupción prospere. Porque hay muchos y se reparten por toda la geografía nacional sin distinción de culturas, lenguas autóctonas y condición de su rh.

En este año electoral, que es tiempo para abrir las ventanas y levantar las alfombras, los corruptos están saliendo a la superficie igual que las setas con estas lluvias preabrileñas que están cayendo después de tantos meses de sequía. Gracias, Papa Francisco, por alertarnos del ambiente nauseabundo que nos impregna; pocas cosas habrá más desagradables que convivir con olores tan fétidos y desagradables como los que la corrupción despide.

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