Prohibido morder

Barcelona

Prohibido morder

Diego Carcedo, periodista y escritor

A los responsables del Barcelona, que en eso se diferencian muy poco de los responsables de otros clubs de la misma ralea, la deportividad les importa un carajo. Bien mirado, y al menos que yo recuerde, morder no está prohibido en los Diez Mandamientos. Pero entonces, cuando se redactó la Tabla y se desarrollaron sus aplicaciones, no se jugaba al fútbol y quizás por eso los legisladores del Antiguo Testamento se olvidaron de incluirlo. Es una enmienda que habría que hacer con urgencia sobre todo después de ver el mordisco que el uruguayo Luis Suárez propinó a un adversario, más bien enemigo a juzgar por los hechos, en Brasil.

Muy lamentable, desde luego, la reacción del jugador a quien su temperamento y agresivos modos impide considerar deportista. Y muy lamentable también el empeño de los directivos del Barça que quizás por eso, igualmente tan poco deportivo de que es más que un club, en quitarle o reducirle la sanción que muy justificadamente le había sido impuesta por los responsables internacionales de la disciplina deportiva, cada día que pasa más devaluada dicho sea de camino.

A los responsables del Barcelona, que en eso se diferencian muy poco de los responsables de otros clubs de la misma ralea, la deportividad les importa un carajo. Han invertido muchos millones en hacerse con los servicios del jugador y sólo les preocupa que meta goles; que su comportamiento sea correcto sobre el terreno de juego es lo de menos. Gracias a que por una vez los del TAS, que manejan el cotarro de la disciplina, han resistido presiones y han dictaminado sólo de manera salomónica.

El tal Luis Suárez podrá entrenar con el equipo los próximos cuatro meses pero, eso sí, en cuatro meses no podrá jugar. Una medida que, imagino, tranquilizará a sus adversarios de los próximos encuentros. No tendrán que jugar con el miedo de estar amenazados tras cada pase por los colmillos de un fiero can, sediento de hincarlos en carne humana. Lo ideal sería que hubiesen condenado al jugador a unas semanas de reclusión en una perrera para que aprendiese a sentir el temor a ser mordido, pero a lo mejor eso era demasiado pedir.

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