Imre Kertész, memoria del horror

Cultura

Imre Kertész, memoria del horror

La obra de Kertész une al testimonio de aquella barbarie que fue el Holocausto – vivida y sufrida en primera persona-, la sencillez y perfección de su relato. En el verano de 2002 tuve el honor de participar con Imre Kertész en un seminario sobre la situación en Europa Central promovido por la Asociación de Periodistas Europeos en la Universidad del País Vasco, en San Sebastián. La inmensa mayor parte de los participamos apenas conocíamos las referencias sobre su biografía y obra literaria que aparecían en el programa de aquella mañana. Había nacido en Budapest en 1929, había estado internado en los campos nazis de exterminio de Auschwitz y Buchenwald y liberado en 1945, al final de la guerra, había sobrevivido a las cámaras de gas en cuestión de horas.

Había superado con dolor y dignidad el horror implantado, primero por Hitler y después por Stalin en su aplastada por los tanques soviéticos en su Hungría natal; nunca había cedido su independencia y todo ello lo había plasmado en varios libros – especialmente en la trilogía “Sin destino”, “Fracaso” y “Kaddish por un niño que no nació” – a los que el régimen comunista y las dificultades del enrevesado idioma húngaro habían impedido que fuesen más conocidos fuera de las fronteras de su país. Pero aquella situación duro poco.

Escasas semanas después de su paso, bastante inadvertido por cierto, por aquellos cursos, donde dejó una imagen de simpatía extraordinaria, su nombre saltó al primer plano de la actualidad al serle concedido el Premio Nobel de Literatura. La noticia cogió de sorpresa fuera de Hungría y de algunos expertos, aunque por muy poco tiempo. Sus libros empezaron a ser traducidos a muchos idiomas y enseguida a ser apreciados en todo su valor. En síntesis, cobró la importancia de autor excepcional que merecía.

La obra de Kertész une al testimonio de aquella barbarie que fue el Holocausto – vivida y sufrida en primera persona -, la sencillez y perfección de su relato, con unas reflexiones intelectuales que nunca dejan indiferente. Más que cebarse en la crueldad de los jefes, torturadores y guardianes de los campos, Kertész presta atención especial a las víctimas y a su interior en tan dramáticas circunstancias: “Gente a la que no sólo se le arrebataba la vida, sino que antes también perdía la ambición, todo destino, la razón, el deseo, todo…”, describió a las víctimas.

La muerte de Imre Kertész nos priva a todos de un recuerdo vivo de lo que fueron los peores tiempos de nuestra historia reciente, de un intelectual con una capacidad extraordinaria para reflexionar y expresar unas conclusiones y unas ideas respaldadas por la dura experiencia que él consiguió superar. Era en la actualidad uno de los mayores exponentes de la cultura judía puesta a disposición de todos. Su desaparición supone un triste vacío. Como legado nos deja la satisfacción de poder seguir disfrutando su obra tanto en su faceta intelectual como literaria.

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