Cazadores en paro

Crisis

Cazadores en paro

Diego Carcedo, periodista

La falta de liquidez que tanto lamentan las familias impide a muchos cazadores participar en las monterías. Ahora que no espero que me lean Rajoy ni Montoro, permítanme que reconozca que no todas las consecuencias de la crisis, de esta maldita crisis que sufrimos, son malas. La mayor parte de los ciudadanos la padecen de una forma u otra, y los que se hallan en el desempleo, aún más. Pero en cambio, y sin ánimo de comparar, los animales del monte, de la dehesa y del rastrojo, la están disfrutando no para vivir mejor, que eso a ellos no les influye, pero sí para vivir más y con menos sustos.

La falta de liquidez que tanto lamentan las familias impide a muchos cazadores participar en las monterías que cada temporada por estas fechas atronaban con disparos y ladridos de perros el paisaje rural de la piel de toro ibérica. No hay dinero para este polémico deporte consistente en perseguir a animalitos inocentes y dispararles a bocajarro en cuanto se ponen a tiro. Los ayuntamientos y particulares que explotan cotos de caza han bajado los puestos a la mitad, de quinientos y seiscientos euros a trescientos, pero ni por esas.

Cazar cuesta menos pero cada semana desciende el número de cazadores con el dedo en el gatillo. Y cada vez, claro, hay menos víctimas entre nuestra fauna con interés cinegético. Los explotadores del negocio se quejan y los trabajadores que colaboran en las monterías sin derecho a subsidio de paro lamentan quedarse sin jornal. Es comprensible en todos los casos. La Caza en España se había convertido en un atractivo negocio que movía dinero y daba trabajo y con la crisis todo se ha venido abajo. La oferta no ha echado la persiana, sigue habiendo monterías, pero nada es lo que era.

Los ecologistas y los protectores de los animales están contentos. La crueldad con que los cazadores disfrutan acosando a algunas especies aún sigue enojándoles pero reconocen que ha descendido, bien es verdad que no por voluntad expresa de nadie, sino por imposición de la crisis. Lo que más alienta a los defensores de la naturaleza es que gracias a los efectos colaterales de la crisis, al contrario de lo que venía ocurriendo de un tiempo a esta parte, se está enfriando la afición a cazar. Esperan que muchos cazadores aprovechen esta etapa de paro para colgar las escopetas y sobre todo que las nuevas generaciones se olviden en el futuro de descolgarlas.

Más información