‘Short Movie’, un disco de Laura Marling

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‘Short Movie’, un disco de Laura Marling

Short Movie, Laura Marling

La cantautora británica publica su quinto disco, el más personal y eléctrico que ha grabado hasta ahora. La noticia de que la joven cantautora británica, Laura Marling se había mudado a EEUU y electrificado su sonido, tradicionalmente acústico, sorprendió a más de uno. Incluso desagradó a la parte más ‘talibana’ de su nutrido club de fans global, casi como cuando Bob Dylan inyectó rock and roll a sus canciones ‘folkies’ para grabar el mítico ‘Highway 61 Revisited’.

Este ‘Short Movie’ que acaba de publicar Marling, del que nos ocupamos hoy no llega a tanto. Ni de lejos. Y, por supuesto, tampoco lo pretende. Cuentan las crónicas que Marling se alejó del mundanal ruido durante casi dos años para digerir la magnitud de su éxito, después de haber grabado cuatro discos y haber tocado la gloria sin haber llegado a cumplir los 25.

En esos años malos para muchas estrellas del pop que no superaron los 27 –no voy a repetirles aquí la lista porque seguro que la conocen-, Laura se habría agarrado a una vieja Gibson 335, de su padre y así compuso la mayor parte de los temas incluidos en este álbum.

La crítica ha respondido al esfuerzo de Marling con una saludable división de opiniones. A los incondicionales el disco les encanta. La presunta desaparición de la chica en estos años y la narración de sus cuitas personales se prestan a la elaboración de todo tipo de panegíricos, que saludan este álbum como si se tratase de la narración abrasadora de un espectacular viaje interior.

También los hay más notables y distantes, que le rebajan la nota hasta el notable justito, y consideran que este disco es un trabajo de transición. Sabemos, dicen, de donde viene Marling, pero no acaba de verse muy claro hacia donde va. Ni en lo puramente musical, ni en lo poético.

Marling es una guitarrista excelente. Algo que en este caso quizá le perjudique. Pero no es, por lo menos todavía la cantautora que puede reclamar su puesto en la línea sucesoria de la gran Joni Mitchell. Ni estos tiempos, más bien plomizos, son los alegres sesenta.

Así que su electrificación acerca el sonido del disco a terrenos poco gratos para la parroquia ‘índie’ radical, donde curiosamente quien esto escribe, quizá por una simple cuestión de edad sí se siente cómodo. Hay sonidos muy interesantes de guitarra y unos aires fronterizos con el J.J. Cale más perezoso y, por momentos, hasta con los Dire Straits más recomendables.

Todo muy lógico. Al fin y al cabo este es un álbum escrito y grabado por una guitarrista ‘folkie’ que se sabe de memoria los trucos del ‘fingerpicking’ y es capaz de tirarse el tiempo que haga falta en el estudio y probar todo tipo de instrumentos y amplificadores hasta conseguir el sonido que andaba buscando.

Demasiado limpio y profesional para, según que oídos atormentados. Pero no para mí, ya digo, que disfruto con estas naderías y me entretengo en adivinar escuchando los vídeos sin ver las imágenes, qué guitarra habrá utilizado Laura en cada canción.

La banda que ha grabado el disco también es portentosa. Esta vez Marling ha estado mucho más implicada que en las ocasiones anteriores y figura como coproductora junto a Matt Ingram que también se encarga de tocar las baterías.

Junto a ellos intervienen el bajista Nick Pini, la violonchelista Ruth de Turberville, the bassist, y el violinista Tom Hobbden, miembro del grupo Noah and The Wale. Y, aparentemente, todos han gozado de mucha libertad en el estudio.

Las canciones no están mal, alguna incluso está muy bien, diría yo. Como ‘I feel Your Love’, mi canción favorita del álbum por el momento. Una deliciosa balada ‘folkie’, donde Laura hace un elegantísimo trabajo con la guitarra y las cuerdas tienen la hondura justa para aportar un fondo melancólico que resulta sobrecogedor.

Y a otros momentos intensos y bellos en este grupo de trece temas que se extienden a lo largo de 50 minutos. Como la dinámica ‘False Hope’, la muy comercial ‘Gurdjieff’s Daughter’ o la dulce ’Walk Alone’, donde el sonido de guitarra es, sencillamente, precioso.

Y, ¿las letras? Pues bien, gracias. A la chica se le entiende todo y parece haberse impregnado de la misma clase de empanada mental de sentimientos que observamos en unas cuántas contemporáneas suyas en los últimos tiempos. Aunque ninguna hasta ahora había llegado a compararse con un caballo en busca de un guerrero que la monte.

Marling sigue casi siempre enfrascada en el monotema del que se ha ocupado mucho en los discos anteriores. Aquello la búsqueda de un amor que quiere pero no quiere. Por aquello de que ella estaba muy bien sola, y luego no lo está tanto cuando se queda sin su objeto de deseo. Aunque la culpa debe ser suya, supongo, ya que quiere pero no quiere que la quieran o no la quieran.

En fin, por ahí no me llega. Serán cosas de la edad. De la suya y de la mía, digo yo. Pero tampoco me hace falta compartir sus preocupaciones, para disfrutar de su música y, sobre todo, de la pureza inmaculada de sus sonidos de guitarra. Acústicos o eléctricos, lo mismo da.

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