Banderas de Rusia e Israel
La Vuelta se presenta como un evento neutral, pero en realidad refleja las contradicciones del mundo. Mientras a Rusia se le cerraron puertas tras la invasión de Ucrania, a Israel se le mantienen abiertos los podios pese a las denuncias por Gaza. Esta diferencia revela que la moral internacional se enciende y apaga según intereses y alianzas estratégicas.
Cuando Rusia invadió Ucrania, atletas, federaciones y símbolos fueron apartados de forma inmediata. Sin embargo, con Israel no se han visto boicots similares en la Vuelta ni en otras competiciones. La moral internacional actúa como un interruptor selectivo: se enciende cuando conviene y se apaga cuando incomoda.
La aplicación selectiva de sanciones muestra que los principios universales se convierten en privilegios cuando hay intereses estratégicos de por medio.
No se trata solo de hechos, sino de cómo se cuentan. Al hablar de Rusia predominan palabras como “invasión” o “agresión”, mientras que con Israel se utilizan términos como “operación” o “conflicto”. Cambiar las palabras es cambiar la percepción. El deporte funciona así como escaparate de narrativas, no como terreno neutro.
La Vuelta ciclista y otras competiciones deportivas actúan como caja de resonancia geopolítica. La elección de recorridos, sedes y patrocinios no es inocente. Que no haya sanciones deportivas a Israel, pese a las denuncias, muestra hasta qué punto los intereses pesan más que los principios.
El ciclismo y otros deportes internacionales se convierten en plataformas donde las alianzas estratégicas se imponen a la ética
País | Sanciones deportivas tras conflicto | Participación en grandes eventos |
---|---|---|
Rusia | Suspensión de federaciones, atletas y símbolos | Excluida de competiciones internacionales |
Israel | Sin sanciones equivalentes pese a denuncias | Presencia mantenida en grandes eventos |
Lo que la gente acepta depende de lo que ve y de cómo se lo cuentan. Cuando un conflicto es invisibilizado, la moral pública se diluye. Si Israel hubiera sido tratado como Rusia, quizá los comentaristas de la Vuelta habrían leído informes de derechos humanos en lugar de hablar de metas volantes.
Cambiar la narrativa alteraría no solo la política sino la conciencia colectiva que hoy tolera lo intolerable
La pregunta no es un ejercicio retórico: es un espejo. Si Israel hubiera sido tratado como Rusia, la Vuelta y otras competiciones deportivas serían un escenario de disidencia, no de distracción. Pero seguimos aplaudiendo al ganador, convencidos de pedalear en línea recta mientras damos vueltas en círculo. En política y deporte, no importa solo lo que se hace, sino cómo se cuenta.
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¿Y si a Israel se le hubiera tratado como a Rusia?
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