Y, esto de Cataluña, ¿cuándo se acaba?

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Y, esto de Cataluña, ¿cuándo se acaba?

Saber que el Gobierno está dispuesto a renunciar al 155 si el Govern se aviene a razones y convoca elecciones autonómicas, y que el President reconozca la legitimidad del Senado para debatir la cuestión, abre un atisbo de esperanza.

Mariano Rajoy y Carles Puigdemont.

Hace unos días escuché en la mesa contigua de un restaurante que una mujer metida en años le preguntaba a un joven que parecía bien enterado: “Y esto de Cataluña, ¿cuándo se acaba?”. El interrogado, dando una prueba de que efectivamente estaba bien enterado, sonrió, se encogió de hombros, frunció los labios en actitud pensativa y respondió moviendo la cabeza: “Y, ¿quién lo sabe, mamá, quién lo sabe?” La mujer no se dio por satisfecha y contraatacó con argumentos de la calle: “Pero, si ya pasó el referéndum, pasaron las manifestaciones, pasó…”.

“Pasaron muchas cosas, mamá – la interrumpió el hijo con un gesto de resignación dirigido a la tercera comensal, la que debía de ser su novia o esposa -, muchas cosas, pero lo peor es que aún van a pasar bastantes más”. “Es que escuché en la pescadería -tomó la palabra de nuevo la mujer – que el Puidemont ese se marcha y el Gobierno va a hacerse cargo hasta que se celebren elecciones”, replicó. “Bueno, se dicen muchas cosas, se especula con todo y se manejan muchas mentiras. Tú no hagas mucho caso a lo que se dice porque cada uno cuenta su película, hace su análisis y lanza su pronóstico sobre lo que vendrá después”.

Intentaba escuchar y de paso asentir con disimulo hasta que se fue llenando el comedor y ya los saludos y conversaciones impedían enterarse de nada con claridad. Las palabras sueltas que se hacían oír delataban que el tema de conversaciones era único. La noticia que empezaba a filtrarse de que el president Puigdemont, que efectivamente mantenía en el congelador de la DIU, la declaración de independencia, comparecería ante la Comisión del Senado encargada de dictaminar sobre la ejecución del artículo 155 de la Constitución, que aunque no guste a nadie se ha vuelto imprescindible para mantener la legalidad. Muchos lo habían escuchado en los boletines de las dos de la tarde en las radios.

Escuché a salto de mata algunas lucubraciones interesantes y con lo escuchado e hilado creí concluir que la inmensa mayor parte de los comensales contemplaban el gesto con un cierto respiro de alivio aunque ninguno de especial esperanza. “Es importante – capté – que después de todas las violaciones de las leyes se acoja a un derecho democrático y constitucional que hasta ahora había desdeñado”. Algún exaltado lo consideraba una victoria de la actitud enérgica del Gobierno de Rajoy pero la mayoría parecía abundar en la duda. Otros se preguntaban si no se trataría de una treta más de alguien que lleva mucho mintiendo y permitiendo que se engañe a los ciudadanos.

La realidad del momento que se vive en la política española es bastante imprevisible. Los elementos para el análisis cambian en cuestión de horas y hacer cábalas sobre la evolución de los acontecimientos, una temeridad. Después de haber vivido días de gran tensión, saber que el Gobierno está dispuesto a renunciar al 155 si el Govern se aviene a razones y convoca elecciones autonómicas, y que el President reconozca la legitimidad del Senado para debatir la cuestión, abre un atisbo de esperanza. Lo ocurrido hasta ahora es inconcebible que ocurra con personas sensatas como protagonistas, y que se abra una rendija a la posibilidad de que todo acabe bien, una ilusión colectiva.

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