Un gallo, una cotorra, dos perros, tres cerditos y varias gallinas debutan en el vecindario

Desde el Malecón

Un gallo, una cotorra, dos perros, tres cerditos y varias gallinas debutan en el vecindario

De la granja al asfalto: animales domésticos y de corral se mezclan con la vida urbana en La Habana.

Recreación de una calle de La Habana
Recreación de una calle de La Habana

En la capital cubana, declarada Ciudad Maravilla en 2014, los contrastes se hacen cada vez más visibles: menos jóvenes y más animales conviven en barrios donde los coches de caballos, gallos cantarines y cotorras parlanchinas forman parte del paisaje cotidiano. Una postal que oscila entre lo pintoresco y lo caótico.

La Habana, Ciudad Maravilla desde el 2014 según la Fundación  7 Wonders, se nos está mutando en un caserío rural porque hasta suelen aparecen coches tirados por caballos en barrios de la periferia no precisamente en función turística.

Curioso el panorama actual, digno de estudio profundo para la academia. Menos jóvenes, más animales domésticos viviendo en la ciudad. De la granja al asfalto. Supervivencia que canta, cacarea, relincha, gruñe y ladra a la orden del día.  Altos decibeles a diestra y siniestra.

El recuerdo del “período especial” revive con animales traídos desde el campo

Los canes, para el oportuno aviso ante el aumento de amigos de lo ajeno que ya operan a cualquier hora de las 24 que tiene el reloj; el gallo, que todavía no me explico las razones por las que canta en todo momento y no al amanecer como era antaño costumbre y dándole alegría a las gallinas en su desenfrenado apetito sexual; y la cotorra que no cesa de repetir lo del “rico café” para envidia de los que despiertan sin una taza en casa o imitar a la perfección el accionar de la alarma de un vehículo cuando los mayores se tiran una siestecilla.

La cotorra Irina y el perro Max

Nada nuevo en esta avalancha de animales recién llegados muchos desde la campiña cercana. Los más viejos recordarán aquel llamado “período especial” en los 90s del siglo pasado cuando por  entre 5 y 10 dólares o euros un veterinario le cercenaba las cuerdas vocales al animalito para que no se auto delatara ante las autoridades fitosanitarias.

Aunque la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) no rinda cuentas de ello, por un mínimo de habitantes tenemos a un tonto, un loco y un gay conviviendo en el vecindario. A veces, en considerable cantidad. Al de los trastornos mentales le pregunté qué le parecía si entre todos comprábamos una vaca. “Leche, queso y mantequilla”, respondió sin ahondar en detalles.

Entre la necesidad y la supervivencia, los vecinos toleran el concierto bucólico

Pero todo no es tan desagradable para el oído y la vista. Con la ausencia de la fumigación aérea contra mosquitos por falta de combustible e insumos, han vuelto a zonas residenciales las mariposas multicolores y aves únicas en esta región del Caribe como el colibrí.

Apagones en Cuba

Tal concierto “bucólico” molesta y hasta logra sacar de paso a algunos, pero en el fondo sus propietarios no son criticados ni mucho menos denunciados ante la imperiosa necesidad de alimentarse y cuidar lo poco de valor en el hogar.

Los más suspicaces hasta sienten sana envidia por el vigor del gallo…

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