En declaraciones recogidas por NBC News, Kennedy aseguró que los genes no explican la expansión del autismo y que su administración está decidida a encontrar el agente tóxico responsable de lo que califica como una «epidemia nacional».
Un discurso sin respaldo científico
Durante su intervención, Kennedy subrayó que «los genes no causan epidemias», sino que pueden aumentar la vulnerabilidad de los individuos. Según su argumento, solo un factor ambiental podría explicar el aumento exponencial de diagnósticos de autismo en el país.
«Sabemos cuáles son las cifras históricas y sabemos cuáles son las cifras actuales, y es hora de que todos dejen de atribuir esto a esta ideología de negacionismo epidémico», sostuvo Kennedy
Estas declaraciones entran en conflicto directo con un nuevo informe de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), publicado esta semana, que documenta un aumento sostenido de casos de autismo infantil en EEUU. No obstante, los expertos de los CDC atribuyen esta alza a una mayor concienciación, mejoras en los métodos de diagnóstico y más recursos para el seguimiento clínico.
Anuncio de estudios sobre toxinas ambientales
Pese a la falta de evidencia científica que respalde sus afirmaciones, Kennedy ha anunciado que en las próximas tres semanas presentará una serie de estudios destinados a identificar las posibles toxinas ambientales responsables del aumento de casos.
«Sabemos que es una exposición ambiental. Tiene que serlo», reiteró, sin detallar el origen o la naturaleza de esas supuestas toxinas
El anuncio ha generado preocupación en la comunidad científica, que teme que este tipo de discursos pueda alimentar teorías conspirativas o desviar la atención de políticas públicas basadas en evidencias, especialmente en el tratamiento y diagnóstico temprano del TEA.
Tensión entre política y ciencia
Las palabras de Kennedy reflejan un giro en el discurso oficial del Departamento de Salud, marcando distancia con años de consenso científico sobre el origen multifactorial del autismo, donde se considera la influencia de factores genéticos, neurobiológicos y ambientales de forma conjunta, pero sin identificar una única «toxina» responsable.
Esta postura también podría tensar las relaciones entre el secretario y organismos como los CDC, cuyas investigaciones contrastan directamente con la narrativa del funcionario.