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«Las Aventuras de Cristaldo en la Cancillería Imperial», del escritor chileno Francisco Javier Devia Aldunate

«Las Aventuras de Cristaldo en la Cancillería Imperial» es una novela ambientada en el siglo XVIII, cuyos hechos transcurren en un imperio ficticio. Se narran las vicisitudes de Cristaldo, un joven proveniente de una colonia ubicada en el extremo sur del mundo, quien pretende ingresar a la Academia Diplomática de su Reino. 

Cristaldo es un joven colono y mestizo, quien sueña por ingresar a la Cancillería Imperial (ficticia) para servir fielmente a su Rey, en el año de 1774 de Nuestro Señor. Sin embargo, sus deseos deberán enfrentar una velada oposición del establishment diplomático, siempre celoso de su tradición y herencia, que no ve con simpatía la llegada de este advenedizo o «igualado». 

Pese a lo anterior, Cristaldo no se amilana y comienza su aventura, teniendo como insignia sus ideales y valores, en un siglo marcado de contradicciones, en pleno cuestionamiento al absolutismo monárquico por parte de La Ilustración y las ideas revolucionarias para esa época.  

Son tiempos difíciles, pero Cristaldo, gracias a su carácter distendido y jovial, intenta sortear -con peculiar estilo- los diversos contratiempos que se le presentan, regalándonos anécdotas jocosas y divertidas. 

Según su autor, el propósito de este libro es muy simple: intentar entretener, ya que las noticias divulgadas por los medios de comunicación en estos días, tanto a nivel nacional como internacional, son poco animosas. Urge recuperar la alegría y el sentido del humor, porque la vida es -de por sí- difícil. 

«Por lo mismo, recuerdo que conversando una vez con un académico de la India, le consulté el por qué varias películas de Bollywood finalizaban con bailes y carcajadas. Me respondió en forma inmediata: en mi país la vida es lo suficientemente dura como para tener que retratarla tal cual es. Por eso, el final de una película india debe ser esperanzadora y alegre», asegura Devia Aldunate. 

La pregunta 

Nerviosos se encontraban los postulantes que habían conseguido las mejores calificaciones en el concurso de oposición y antecedentes realizado para ingresar a la Academia Diplomática, en el año de mil setecientos setenta y cuatro de Nuestro Señor. 

Las preguntas fueron variadas y diversas, comprendiendo historia, geografía, política exterior, economía del imperio, idiomas, entre otros temas de interés de la Corona y de los profesores. 

Luego de un mes de exámenes, llegaba la recta final: la entrevista con el director de la Real Academia y autoridades de Cancillería. Estaba programado que ingresarían los seleccionados, como al matadero, de acuerdo al orden de sus respectivas notas. Diez serían los afortunados…” 

Luego de haber superado Cristaldo con relativa dificultad dos preguntas, vino la incisiva, el último recurso del establisment para impedir el ingreso un no deseado postulante. 

  —Veo que tiene personalidad, don Cristaldo. Veamos ahora si tiene conocimientos. Le formularé «la pregunta». Como usted sabe, existe el compromiso de guardar reserva de la misma. Nadie, desde antes de que se construyese este edificio, ha sido capaz de responderla. 

—Y si es así, señor director, ¿por qué la siguen formulando y, en vez de ello, mejor la explican? ¿Este no es un lugar donde debiera instruirse a sus alumnos? 

«Se jodió este cabrón», pensó alegremente el embajador Wilfredo de Castro. 

—Usted no es nadie para dar tal consejo, joven. Nadie se lo ha pedido. Usted es un simple postulante. Por lo tanto, se limitará a responder y punto. 

—Por supuesto, señor director, avec plaisir. 

En un acto propio de una obra teatral, el director de la Vega se levantó de su asiento y, señalando la pared que tenía a su diestra, le preguntó a Cristaldo: 

—¿De qué color es esa pared? 

Silencio conmovedor. 

Como una manera de aminorar la impertinencia de Cristaldo, cabría agregar que, salvo el director, nadie en esa sala conocía su respuesta. «La pregunta» era una tradición oral entre los directores, cuyo secreto se llevaban a la tumba. 

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«Las Aventuras de Cristaldo en la Cancillería Imperial», del escritor chileno Francisco Javier Devia Aldunate

E.B.

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