Reírse, no hay de otra

Cuba

Reírse, no hay de otra

No puede uno menos que reírse y pensar que resulta insuficiente un banquillo de acusados para sentar a todos los responsables de tamaña ausencia.

Cuba La Habana Che Guevara tienda

Tienda en La Habana

Para nada novedoso porque mundo y medio ya sabe que los cubanos nos reímos de nuestras desgracias, pero sí muy necesario que quien no conozca de las más recientes, se apreste a mover la comisura de los labios.

A las puertas de cada casa, los festejos tradicionales por Nochebuena y Fin de año con unos precios que aumentarán de mayor horror  cuando se acerquen las fechas. Y creo no equivocarme si sostengo que más negro el panorama que se avecina habrá que buscarlo con tres o cuatro manos a brocha y rodillo de pintura fúnebre.

El cerdo como punto de referencia obligado. Lo demás, no será tan dramático, aunque sí de cuidado para el bolsillo. Los frijoles, por ejemplo. Extrema pasión costumbrista y culinaria por ese animalito o una de sus piernas o paletas asadas al carbón. “Después del perfume francés, el olor de la brasa cuando colocamos la pieza”, confiesa a cada rato un buen amigo.

Y se despierta uno a las cinco de la mañana, abre Internet en ritual tan necesario como una taza de café para toparse con un chistoso criollo y ocurrente que anuncia: “Tengo incienso con olor a lechón asado para los días 24 y 31”.

No puede uno menos que reírse y pensar que resulta insuficiente un banquillo de acusados para sentar a todos los responsables de tamaña ausencia, cubanos y extranjeros, hasta que el anónimo autor de la peculiar oferta, como dictan las reglas de estos negocios, agregue a su anuncio:

-Interesados al privado.

Más información