¿Quién escucha al profesor?

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¿Quién escucha al profesor?

La propuesta consiste, básicamente, en la urgente creación de un Consejo de Crisis Económica encabezado por el ministro del ramo.

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A Esteban Morales Domínguez, un hombre con demasiado y bien ganado prestigio en Cuba y fuera de ella, no le conozco personalmente, pero desde largo tiempo he seguido su avatar académico y quehacer revolucionario-partidista. Por demás, un profundo conocedor de la historia y política estadounidenses.

Acaba de lanzar en las redes sociales, esa suerte de parlamento multicolor, una muy necesaria convocatoria en estos angustiosos momentos que atraviesa la economía cubana con sus secuelas que repercuten en todos los órdenes en la vida de un ser humano, de la propia sociedad y la política.

La propuesta consiste, básicamente, en la urgente creación de un Consejo de Crisis Económica encabezado por el ministro del ramo e integrado por economistas y contadores que de una u otra manera no forman parte del gobierno y que desde larga data vienen exponiendo sus consideraciones, unas rebatidas en público, algunas escuchadas y otras ignoradas.

Si de opinión se trata, aplaudo con fuerza tal iniciativa. Ojalá se lleve a cabo y con una transparencia tal que todos los interesados, que no deben ser pocos, participen o al menos conozcan lo que se cocina.

Quien suscribe, para nada simpatizante de los números desde la enseñanza primaria, propondría lanzar al ruedo del Consejo, con bisturí y sin anestesia, hasta qué punto quienes dirigen la economía y también la política han interiorizado ese precepto socialista de “los principales medios de producción en manos estatales” y lo demás, al sector privado o cooperativista sin trabas, restricciones y catorce nudos más.

La propuesta de Morales, que llega justo cuando en estos días cumplimos seis décadas de bloqueo imperial, no es para nada descabellada. Desde hace largo tiempo en la historia de las civilizaciones no han faltado los dictámenes de ancianos y conocedores de los asuntos a tratar. También, de la gente común, que no suele equivocarse con frecuencia y que, por lo general, tienen sus pies sobre tierra firme.

 

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